Finalmente la lluvia,
y la acera desgastada
refleja una luz acostada
en la pena del yo quiero,
necesito tu mirada desviada
de la necesidad de besar,
de despegar en la anarquía
de dejar un momento
eterno apagado
por el simple timbrar de una alarma de reloj.
Te teché en los archivos más accesibles,
y poco visitados,
para creer que demente,
la miseria del querer frustrado,
en la onda de la confianza,
podría oler tu voz,
sentir tu contorno de colochos federados.
Estás dando tu corazón trota,
no donde se pueda debatir.
La luz de la sombra de tu ser:
¿cuando sabe que te amo?,
ante la poca sensibilidad
del leer del opúsculo de tu distancia.
Ya había llegado a un primer fin.
Espero que lo imposible sea
más que una incógnita de pesadilla.