cuatro esquinas y la genia leyendo,
un monitor lleno de leds,
los sentidos más humanos en ondas sinusoidales,
los pesos perdidos en los insomnios eternos,
las posibilidades perdidas por cobardía y risas,
unas estatuas mirando sin alma al vacío,
las escrituras indescifrables de los anhelos inmediatos,
los gritos ignorados de los editores,
entre lágrimas reales de la petit bourgeoisie,
cuya venganza en hechizos no alcanza,
ni para los gases de la contrarevolución.
Ana lámpara de lava y letras,
el tiempo fluyendo en la repetición,
las células malditas de la epidemia,
simulando versos en silencio,
la vida marchita de la televisión
luciendo la piedad de los gusanos,
todos dormidos en el pantano interclasista
donde todos son hermanos de la puñalada.
Los oídos locos, borrachos y emancipando en su voz,
los trump, acostados en la tierra plana donde todos cagamos,
la ira del profesor reaccionario, en videoteleconferencias ácidas,
el metal de la desesperación herrumbrado y abrumado con la pereza,
las horas infinitas en los buses, como pasillos de hospitales,
sangrando el reloj de la consumación de la estafa del trabajo NO retribuido.
Amigos ciegos, gozando de las citas virtuales
en rascacielos que ven al sur de la ciudad,
gozando en nichos de la sofistiqués,
que emiten sonidos y burlas con un pedo,
en fiestas infinitas llenas de edificios de cocaína,
donde asisten fantasmas que limpian sus culos,
los redentores del capitalismo.