Flora Alejandra Pizarnik (1936, Argentina - 1972, Argentina)

Alejandra Pizarnik

ALEJANDRA PIZARNIK nació en Buenos Aires en 1936 en una familia de inmigrantes judíos de origen ruso y eslovaco.
 
Publicó su primer libro, titulado La tierra más ajena, en 1955. Le siguieron La última inocencia, en 1956, y Las aventuras perdidas, en 1958.
 
Entre 1960 y 1964 se instaló en París y allí colaboró en distintas revistas y diarios. De esa época procede su amistad con Julio Cortázar, Rosa Chacel y Octavio Paz, quien prologó su cuarto poemario, titulado El árbol de Diana (1962).
 
En 1964 regresó a Buenos Aires y publicó sus obras más conocidas: Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de la locura (1968) y El infierno musical (1971). Desde 1954 en adelante, Pizarnik fue redactando sus Diarios, publicados por Lumen en 2013 y que la acompañan hasta los últimos días de su vida. Lumen también ha publicado su Prosa completa (2016).
 
En 1972, a la edad de treinta y seis años, decidió morir en la misma ciudad donde había nacido.
 
 
Ana Becciú, "Alejandra Pizarnik" en Poesía completa (Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial, 2019), contraportada.

Continuidad

No nombrar las cosas por sus nombres. Las cosas tienen bordes dentados, vegetación lujuriosa. Pero quién habla en la habitación llena de ojos. Quién dentellea con una boca de papel. Nombres que vienen, sombras con máscaras. Cúrame del vacío —dije. (La luz se amaba en mi oscuridad. Supe que no había cuando me encontré diciendo: soy yo.) Cúrame —dije....

El deseo de la palabra

La noche, de nuevo la noche, la magistral sapiencia de lo oscuro, el cálido roce de la muerte, un instante de éxtasis para mí, heredera de todo jardín prohibido.
 
Pasos y voces del lado sombrío del jardín. Risas en el interior de las paredes. No vayas a creer que están vivos. No vayas a creer que no están vivos. En cualquier momento la fisura en la pared y el súbito desbandarse de las niñas que fui....

Anillos de ceniza

A Cristina Campo
 
Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.
 
Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose....

El infierno musical

Golpean con soles
 
Nada se acopla con nada aquí
 
Y de tanto animal muerto en el cementerio de huesos filosos de mi memoria
 
Y de tantas monjas como cuervos que se precipitan a hurgar entre mis piernas...

Un sueño donde el silencio es de oro

El perro del invierno dentellea mi sonrisa. Fue en el puente. Yo estaba desnuda y llevaba un sombrero con flores y arrastraba mi cadáver también desnudo y con un sombrero de hojas secas.
He tenido muchos amores -dije- pero el más hermoso fue mi amor por los espejos....

«Casa de la mente»

A A.G. [1]
 
la casa mental
reconstruida letra por letra
palabra por palabra
en mi doble figura de papel
 
atraviesa el mar de tinta
para dar una nueva forma
a un nuevo sentimiento
 
abre la boca
verde de sin raíces...

Las promesas de la música

Detrás de un muro blanco la variedad del arco iris. La muñeca en su jaula está haciendo el otoño. Es el despertar de las ofrendas. Un jardín recién creado, un llanto detrás de la música. Y que suene siempre, así nadie asistirá al movimiento del nacimiento, a la mímica de las ofrendas, al discurso de aquella que soy anudada a esta silenciosa que también soy. Y que de mí no quede más que la alegría de quien pidió entrar y le fue concedido. Es la música, es la muerte, lo que yo quise decir en noches variadas como los colores del bosque....

Fiesta

He desplegado mi orfandad
sobre la mesa, como un mapa.
Dibujé el itinerario
hacia mi lugar al viento.
Los que llegan no me encuentran.
Los que espero no existen.
 
Y he bebido licores furiosos
para transmutar los rostros...

Cielo

mirando el cielo
 
me digo que es celeste desteñido (témpera
azul puro después de una ducha helada)
 
las nubes se mueven
 
pienso en tu rostro y en ti y en tus manos y
en el ruido de tu pluma y en ti
pero tu rostro no aparece en ninguna nube!...