Hoy, pegado a la húmeda de la almohada,
he visto una alameda habanera,
he caminado en mi mismo por el Prado,
hasta volver a tu corazón
en medio de los imponentes leones.
Siempre vuelvo a este instante,
en donde toco los poros de mis ojos,
y sangran en forma de lágrimas,
para sentirme aplastadamente vivo
en medio del infierno caribeño.
Ayer me había despedido de ti sin verte,
de tus versos hechos gritos,
de tu forma de estar en el planeta,
recordé los caminos interminables
entre casa a punto de caer,
y algarabía de tristezas.
Yo vuelvo al frío de mis pensamientos
mientras el malecón arruinado,
me hace sentir animado,
camino interminables pensamientos,
quiero que todo sea melancolía,
quiero tenerte entre mis yemas,
para decirte cuando se sufre sin ti,
pero no puedo alargar nuestra muerte.
Quiero que la sal oxide la tristeza,
para poder pensar en la soledad
desde una banca de plaza de armas,
con todas las almas que circulan,
para poder comprender como sin vos
se puede sentir la agonía,
con un ron encrispado.
Días atrás, te conocí a través de otra.
Lo he comprendido así, fue un segundo adiós.
Quiero decirte cuanto lo siento,
cuanto quiero rebobinar el casete,
pero el oxido nos ha arruinado,
el color de la Habana no me deja
pensar más que en los caminos y los besos.
Tengo que matar, sin que te des cuenta,
pero no me atrevo a dejar los viejos trapos,
quiero descartar los negativos,
prender fuego al alma,
quiero matar sin morir en la cárcel.
Adiós Habana, adiós amiga.