Cuando estando en casa, desde la ventana, observo al guarda que cauteloso huye y es de día o de noche

Ave Asán

Cogí del libro más próximo
Al costado derecho, medio metro del suelo
Constelaciones pequeñas
Que parecían pasos roídos de pan.
Cadáveres de ventanas 
se evaporaban como luciérnagas
sobre las pocas páginas.
Yo no sé qué llevaba en sus hombros el poeta,
Que su voz iba suelta como en cántaros,
pero a eso de las cinco menos cuatro,
justo cuando el sol extendía sus dedos a través de la rendija más pequeña de la pared trasera, 
escondió su boca en el cuarto de pilas,
asustado de los cantos de las arañas que colgaban sobre la cocina.
Ahí su voz
                   -- limitada al balbuceo--
transcurrió en forma de semanas desiertas de transeúntes. 
Los pocos sonidos reconocibles 
habitaban la incertidumbre del concepto,
la redondez de sus labios 
apenas alcanzaba para el llanto.
Ahí también su voz
                  --ahora grito--
discernía entre la ponencia y el suicidio,
entre el celibato y un pez
y la tendencia tan atractiva 
de grabar su rostro contra el asfalto.