Fui rico durante siete semanas de mi vida.
Con las ganancias de una obra de teatro me compré
una casa rodeada de un gran jardín. Dediqué
a inspeccionarla más semanas de las que viví en ella.
A distintas horas del día
y también de la noche pasaba a su lado para ver cómo
los viejos árboles se elevaban sobre las praderas
al romper el alba
o cómo caía la lluvia matinal sobre el estanque
con las carpas musgosas
para ver los setos a pleno sol de mediodía
y los rododendros blancos al atardecer, después del toque
de vísperas.
Más tarde me mudé a ella con mis amigos. Estacioné
el coche
bajo los abetos. Miramos a nuestro alrededor:
desde ningún lugar
se abarcaban los confines del jardín, los céspedes
en pendiente
y los grupos de árboles impiden que los setos se miraran
entre sí.
La casa también era hermosa. Las escaleras de madera
noble, sabiamente provistas
de peldaños bajos y bien proporcionadas barandillas.
Las habitaciones blanqueadas
tenían artesonados en el techo, Gigantescas estufas
de hierro
de elegantísimas formas ostentaba figuras repujadas:
campesinos trabajando.
Al fresco vestíbulo, con sus bancos y mesas de roble
se accedía por sólidas puertas, cuyas manijas de bronce
habían sido cuidadosamente escogidas, y las lajas que
rodeaban la casa ocre
estaban lisas y hundidas por las pisadas
de sus anteriores habitantes. ¡Qué proporciones tan
satisfactorias! ¡Cada habitación distinta de las otras
y a cada cual mejor! ¡Y cómo iban cambiando todas ellas
según el momento del día!
El cambio de las estaciones, sin duda exquisito, no
llegamos a apreciarlo, ya que
después de siete semanas viviendo como ricos
abandonamos la propiedad para en seguida
huir cruzando la frontera.
El placer de ser propietario lo sentí profundamente y me
alegro
de ello. Caminar por mi jardín, tener invitados
discutir proyectos de construcción, como otros de mi
profesión antes que yo
me gustaba, tengo que reconocerlo. Pero siete semanas
me parece suficiente.
Me fui sin una queja, o sin apenas quejarme. Y al escribir
esto
ya me costaba trabajo recordarlo. Cuando me pregunto
cuántas mentiras hubiera estado dispuesto a decir para
conservar esta propiedad
me doy cuenta de que no muchas. Así que espero
que no me haya hecho daño tenerla. No fue
poca cosa, pero
las hay más importantes.
Zeit Meines Reichtums
Sieben Wochen meines Lebens war ich reich.
Vom Ertrag eines Stückes erwarb ich
Ein Haus in einem großen Garten. Ich hatte es
Mehr Wochen betrachtet, als ich es bewohnte. Zu
verschiedenen Tageszeiten
Und auch des Nachts ging ich erst vorbei, zu sehen
Wie die alten Bäume über den Wiesen stünden in der
Frühdämmerung
Oder der Teich mit den moosigen Karpfen lag,
vormittags, bei Regen
Die Hecken zu sehen in der vollen Sonne des Mittags
Die weißen Rhododendrenbüsche am Abend, nach dem
Vesperläuten.
Dann zog ich ein mit den Freunden. Mein Wagen
Stand unter den Fichten. Wir sahen uns um: von keiner
Stelle aus
Sah man dieses Gartens Grenzen alle, die Neigungen der
Rasenflächen
Und die Baumgruppen verhinderten, daß die Hecken
sich erblickten.
Auch das Haus war schön. Die Treppe aus edlem Holz,
sachkundig behandelt
Flachstufig mit schonmaßigem Geländer. Die
geweifneten Stuben
Hatten getäfelte Hölzer zur Decke. Mächtige eiserne Öfen
Von zierlichster Gestalt trugen getriebene Bildnisse:
arbeitende Bauern.
In den kühlen Flur mit den eichenen Bänken und
Tischen
Führten starke Türen, ihre Erzklinken
Waren nicht die erstbesten, und die Steinfliesen um das
bräunliche Haus
Waren glatt und eingesunken von den Tritten
Früherer Bewohner. Was für wohltuende Maße! Jeder
Raum anders
Und jeder der beste! Und wie veränderten sich alle mit
den Tageszeiten!
Den Wandel der Jahreszeiten, sicher köstlich, erlebten
wir nicht, denn
Nach sieben Wochen echten Reichtums verließen wir das
Besitztum, bald
Flohen wir über die Grenze.
Die Lust des Besitzes fühlte ich tief und ich bin froh
Sie gefühlt zu haben. Durch meinen Park zu gehen,
Gäste zu haben
Baupläne zu erörtern, wie andere meines Berufs vor mir
Gefiel mir, ich gestehe es. Doch scheinen mir sieben
Wochen genug.
Ich ging ohne Bedauern, oder mit geringem Bedauern.
Dies schreiben
Hatte ich schon Mühe, mich zu erinnern. Wenn ich mich
frage
Wieviele Lügen zu sagen ich bereit wäre, diesen Besitz zu
halten
Weiß ich, es sind nicht viele. Also, hoffe ich
War es nicht schlecht, dieses Besitztum zu haben. Es war
Nicht wening, aber
Es gibt mehr.
Bertolt Brecht, Poemas del lugar y la circunstancia (Valencia: Editorial Pre-textos, 2003), 31-41.