Ellos han muerto ya.
Sus cadáveres fructifican las ásperas arenas de la isla.
Rosas de sangre decoraron la soledad
donde el dolor ha hecho su posada.
No temblaron las manos de los que asesinaron
ocho vidas en plenitud, grávidas de esperanza.
No temblaron las voces que dieron
la siniestra orden de "fuego".
No temblaron los jueces que dictaron el tremendo fallo
atropellando la Ley.
Han muerto ya.
Trunca su juventud, muñones sangrientos
de manos rebeldes que clamaban justicia,
sobre la isla solitaria
se alzarán en perenne reclamo de venganza.
Ya no están sobre la tierra clara
que todavía el sol de mayo orea,
¡oh, mes de mayo,
como eres fecundo en víctimas gloriosas!
¡Al lado de los nombres siniestros de sus trágicos verdugos
la historia recogerá el clamor
de quienes murieron
jóvenes y puros,
iluminados por el santo fulgor
de la lucha revolucionaria!
¡Pueblo, recógete! Han muerto.
Son ocho víctimas propiciatorias
como ocho candelabros,
iluminados por el ocaso sangriento de la isla.
Murieron con palabras terribles en la boca
de acusación para sus asesinos.
El eco recogió su mensaje
que hoy recorre la tierra,
enredado en las ondas.
Llegará a los pueblos del mundo
y hasta el corazón de los que sufren
la injusticia social,
levantando un incendio de protestas.
Ellos son ya del mundo
como los de Chicago, como los de Massachusetts,
como todas las víctimas de la lucha de clases.
Han muerto ya.
No tuvieron ni tiempo de saborear la vida,
luchando de la noche a la mañana
por el triste pan de cada día.
¡Dios! ¿hay Dios para los pobres?
Cantará el mar impasible su canción
besando los flancos de la isla
donde se pudren en vida
tantas víctimas de la tiranía.
Y desde hoy,
ocho cadáveres jóvenes
impregnarán los yodos y las sales del mar
y el viento que recorre el Perú
con sus fluidos generosos.
¡Han muerto, compañeros!
¡Cómo cuesta creerlo!
En el fusilamiento de ocho marineros en la Isla del Frontón, el 11 de mayo de 1932. Lima, Perú.
Magda Portal, “Costa Sur (1945)”, en Obra poética completa (Lima: Siglo XXI Editores, 2010), 219-21.