Invocación a una musa obrera

Laverne

Me matriculé en un brisa playera
para escribirte dos veces la misma canción en esta era,
               (¿qué vendrá en el próximo poema?)
quise armar un pequeño drama sinigual con tu silencio,
contuve las ganas explosivas de llamarte por tu nombre,
y ahora que pienso,
quise tirar un vaso al piso de la desesperación
                 para recorrer algunos de tus trazos en un lienzo,
 
luego,
 
en la consciencia pérdida,
vi los colochos de una flor (bellísima) para avispar el saber,
y en la ida,
quise recolectarte unas cuantas frutas de nostalgia,
quise saborear tu perdón por la falta de comunicación verbal en la magia,
 para que el dedal de tu producción este a salvo
                                      de los falsos amargos,
luego,
quise frotar un poco de tu pasión,
para verte la fija vista de las preocupaciones de
                                                         las de tu especie en cada situación,
pensé,
"me uniré con tu invocación en los muros de mi armada",
 
y luego,
 
quise verte triste sentada en la última manifestación de la sucia redada,
proyectándote en la descomposición del sistema Capital,
y estás trillada en un lodo interclasista comunal,
los pequeñoburgueses se frotan las manos
      de la humillación con la canción de un bolero centrista,
         o con el tango de un entrista trotkista en un sindicato anarquista,
ellos se lavan las manos con pequeñas luchas efímeras, no hay vista,
las que no sirven ni para pagar los próximos
                             tragos de tu reproducción alarmista,
                                       (¿con el salario escolar?)
por eso te invoco mujer,
flor de la rebelión,
flor de la pasión,
invocadora de consignas llenas,
asambleísta,
agrupadora de obreras,
para escribirte gritos en la madera de tu asociación,
quemando mi materia en el guaro de la conspiración,
amando el mar de la revolución,
para que me salves de la tristeza en esta descomposición,
con tus colochos, con tus enojos,
con tus pequeños ojos fibrosos,
con todo aquello que logre conmemorar
              lo que ansiamos en una nueva sociedad,
te invoco en el silencio de un mercado capitalista,
escondido en los estantes de un pequeño banco financista,
leyendo en la precarización laboral,
viendo tu sonrisa que huele el mal,
para animarme,
para apresarme,
para robarme,
para situarme,
en la esperanza,
en la confianza,
en la añoranza de los de nuestra clase.