La pegajosa telaraña en donde estamos atrapados
nos impide tocarnos y amarrar los postrados cabos.
Como un cuaderno viejo a medio podrir,
inserto en una pila de sedimentos de muertos, sin vivir,
en medio de largas historias, desmadres, en muchos cuentos,
la pegajosa telaraña en donde estamos atrapados
nos tapa la salida de las palabras, los tramos
que sabrían decir letras, palabras, claros,
transparentes revolcados pensamientos.
Veo al fondo el animal carcelero
que nos escupe humanos sinceros
–que atrapan a débiles cerebros–
como engendros del silencio
nos susurran las historias de los necios,
se petrifican los techos,
y cae los pelos arrechos
a la inmóvil cara sin los hechos.
La pegajosa telaraña en donde estamos atrapados
nos impide soñarnos recién bañados en los prados,
nos aleja de los pasos hacia los capos-magos,
creadores de textos extraños,
que con sus actos verbados,
provocan que los cabos caigan por los caños.
La fraternidad, la sororidad,
petrifica la posibilidad,
atrapados por una mentalidad
de correcta sonoridad,
de una lógica singularidad,
que no presta piedad,
a la irresponsabilidad:
es la defensa de la verdad.