Va a ser así cuando retorna: tú
estarás a la puerta, y será tarde
en el cielo, en el pueblo, en la esperanza
deslumbrada que guardes...
Será a la hora cuando gravemente
transita el farolero: alcaravanes,
primer vuelo largo de murciélagos,
y son del ángelus...
En el árbol del patio las gallinas,
en los del bosque innumerables pájaros,
y casero y silvestre al mismo tiempo,
en tus ojos, el llanto...
Y Llegaré, cansado de victoria,
aturdido de paz; más por instinto
que escogiendo anhelante de antemano
mi rumbo en los caminos...
—Niña, ¿por qué te quedas a la puerta?
Cuando anochece, el aire es peligroso;
entra a tu casa y prende luz y seca
de lágrimas tus ojos...
—Soldado, ¿y fueron muchos los heridos?
¿Y los que se quedaron para siempre...?
—¡Los primeros aún sangran, y los otros
puede ser que regresen!
—¡Que regresen los muertos!... En las cajas
cubiertas de laureles y banderas...
—Hartos de paz, más bien, y de victoria,
un día en que anochezca.
—Como ahora anochece, en cielo y calle
y en la memoria que se guarda de ellos.
—Soldado, gracias. Volverá sin duda.
—¡Quien sabe si ya ha vuelto!
Salomón de la Selva, Salomón de la Selva (1893-1959) en Antología: La poesía del siglo XX en Nicaragua (Madrid: Visor de Libros, 2010), 130-1.