Macavity, el gato misterioso

T. S. Eliot

Macavity es el gato misterioso: le apodaron «la Pata que no Veis», 
maestro del delito, desafía la Ley. 
Confunde a Scotland Yard, y desespera a la brigada 
que cuando llega a la escena del crimen, de Macavity no se sabe nada. 
Macavity, Macavity, Macavity es el rey. 
Incluida la de la gravedad no respeta jamás ninguna ley. 
Cuando levita se hace faquir ante nuestra mirada 
y llegados a la escena del crimen, de Macavity no se sabe nada. 
Puedes buscarlo en sótanos o en nubes de almohada, 
pero repito una y otra vez: de Macavity no se sabe nada. 
Es muy alto y delgado, Macavity con su piel de jengibre. 
Lo reconoces en cuanto lo ves. Ojos profundos, siempre va por libre. 
En su ceño unos surcos de pensar, tiene forma de cúpula su testa, 
su pelo es sucio y descuidado, atusarse el bigote lo detesta. 
Moviendo la cabeza de un lado a otro como una serpiente, 
cuando lo crees dormido está por completo consciente. 
Macavity, Macavity, Macavity es campeón, 
un demonio de gato, un monstruo de depravación. 
Te lo puedes topar en cualquier calle, en cualquier barriada, 
pero si se descubre un crimen, de Macavity no se sabe nada. 
Parece respetable (pero hace trampas al jugar) 
y sus huellas no las conoce nadie, ni tan siquiera los de Scotland Yard. 
Si saquean una despensa o un joyero han vaciado,
o se esfumó la leche o a un perro han estrangulado
o han roto los cristales del invernadero y la cerca ha de ser reparada, 
he ahí el gran enigma del asunto, de Macavity no se sabe nada. 
Si el Ministerio de Exteriores echa de menos un Tratado 
y al de Marina se le ha perdido un plano dibujado, 
puede que un trozo de papel aparezca en el hall de la entrada, 
pero no le des muchas vueltas, de Macavity no se sabe nada. 
Cuando se dé noticia de ese robo, los espías deducen el misterio: 
«Debe haber sido Macavity». Pero a unas millas de los ministerios 
encuentras a Macavity tumbado, lamiéndose el pulgar, 
o divirtiéndose con un problema complicado del arte de sumar. 
Macavity, Macavity, Macavity es un maestro: 
no hubo jamás un gato en engañar tan diestro. 
Siempre tiene una —o varias— coartadas, 
sin que importe la hora del delito, de Macavity no se sabe nada. 
Se dice que los gatos legendarios por sus descomunales estropicios 
(por ejemplo, Mungojerrie, por ejemplo, Rompequicios) 
no son sino la legión 
cuyas operaciones manda este criminal Napoleón.
 
 
T.S. Eliot, El libro de los gatos sensatos de la Vieja Zarigüeya, trad. Juan Bonilla (Titivillus, 2020), DIGITAL.