Noches de Hospital

Laverne

La silla esta sentada de la mano de la cama, acariciando dulcemente las sabanas blancas. Entre dolor y luces, y una sombra eléctrica, grita la acompañante electrónica a las voces. Las voces corren y ven, pero son sordas. A veces las camas se intercambian, cambian vidas muertas por vidas agonizantes. Cuando llegan las voces sordas, (una vos dulce, que sabe mi nombre) Calla la máquina, que acompaña al hombre. Porque la máquina sabe más que el hombre, y el hombre obedece a la máquina. La mía, la sangre mía, duerme, acaricia el sueño durmiendo. Mi sueño esta junto a ella, viéndola y sufriendo juntos de la mano. Yo soy ella, y ella es dulce. Somos ella, en los reflejos, y ella es acompañante de las camas, y la silla que descansa. Cada cama tiene un nombre en tiza, tiene un número fijo y una flor. El nombre es una pizarra de escuela, lleno de errores, y las mesas tienen ciertos amores, y fantasías. La angustia se respira más que el aire, el aire se bebe en tubos de metal, la comida cae a gotas por las venas. Parece normal correr por muertos, ver las sillas solitarias, y las voces sordas, comer pastillas de colores, en el hotel donde las sillas andan de la mano de las sabanas. Algunas sabanas se queman, otras se esconden, la de mi sangre me la llevo yo, se la arrebato a la silla. La veo tan cerca, en los sueño. Ahí todo se vale, se vale vivir, se vale el latido fuerte del corazón. Las lágrimas son inútiles, las camas se intercambian, las sillas viven por siglos, las sabanas se mueren. Los sueños se transmiten, se graban en historias de vidas, se burlan de los asesinos de sabanas, se burlan de la silla solitaria, se burlan de la muerte, se burlan de las camas se burlan de las pizarras de tiza.
 
2011-11-01,15:50