Para unos colochos federados
Cada vez que alguien piensa estar equivocado,
los pétalos de simples sonrisas
se unen a la desesperación
del avistamiento de los viejos sueños,
que crean en la pantalla de los bares,
breves escenas de borracheras nostálgicas
donde siempre se escuchan gritos de desesperación,
ansias de volcar Estados, de provocar revoluciones,
e inmediatamente se bloquean amargos llamados
en la confusión de las falsas señales que se invitan
a un duelo estructural en las preguntas básicas,
en los breves momentos de lucidez asambleísta
donde los momentos confusos intentan ser glorias,
todo se aclara en la radicalidad de los absurdos protocolos,
en los pasos estúpidos donde el capitalismo nos ha llevado
para olvidarnos de lo básico de nuestra humanidad,
en los pequeños momentos de simples acuerdos,
para fomentar los pasos hacia nuevos encuentros,
y ver como se camina por mares de incógnitas, de nuevas preguntas,
apreciando los caminos donde paseas tu franca consciencia mimada,
donde logras embarrar las ganas en las paredes de viejas sociedades,
en los mismos lugares donde nuestros viejos hermanos durmieron
sus borracheras de enajenación, en su viejo capitalismo,
en esos espacios donde quisiéramos escudriñar en el dolor
para aprender a olvidar con consciencia, con enseñanzas,
con caminos ya errados y conocidos en dolorosas experiencias,
en los lugares donde el dolor es el amor que nos besa,
en los espacios donde se quiere dormir y soñar temprano,
en los momentos en donde se huelen las partículas de viejas rencillas,
en los lugares donde vuelan las historias de complicadísimos horrores,
pero las ganas de resolver lloran en la indecisión de tu aparecer.