Oda Marítima

Fernando Pessoa

                                                 A Santa Rita Pintor
 
Solo, en el muelle desierto, esta mañana de verano,
miro hacia el lado de la barra, miro hacia lo Indefinido,
miro y me alegra ver,
pequeño, negro y claro, un paquebote entrando.
Viene muy lejos, nítido, clásico a su manera.
Deja tras de sí en el aire distante la orla vana de su humo.
Está entrando, y la mañana entra con él, y en el río,
aquí y allá, despierta la vida marítima,
se izan velas, avanzan remolcadores,
surgen barcos pequeños por detrás de los navíos que están en el puerto.
Hay una vaga brisa.
Pero mi alma está con lo que menos veo,
con el paquebote que entra,
porque él está con la Distancia, con la Mañana,
con el sentido marítimo de esta Hora,
con la dolorosa dulzura que sube por mí como una náusea,
como un comienzo de mareo, pero en el espíritu.
 
Miro el paquebote, con una gran independencia de alma
v dentro de mí un volante comienza a girar lentamente.
 
Los paquebotes que por la mañana entran en la barra
traen consigo a mis ojos
el misterio alegre y triste de quien llega y parte.
Traen recuerdos de muelles lejanos y de otros momentos
de otro modo de la misma humanidad en otros puertos.
Todo atracar, todo zarpar de navío
es —lo siento en mí como en mi sangre—
inconscientemente simbólico, terriblemente
amenazador de significaciones metafísicas
que turban en mí a quien yo fui...
 
¡Ah, todo el muelle es una saudade de piedra!
Y cuando el navío zarpa del muelle
y nos fijamos de pronto que se ha abierto un espacio
entre el muelle y el navío,
me viene no sé por qué una angustia reciente,
una niebla de sentimientos de tristeza
que brilla al sol de mis angustias reverdecidas
como la primera ventana a la que llama el alba
y me envuelve como el recuerdo de otra persona
que fuese misteriosamente mía.
 
Ah, quién sabe, ¿quién sabe
si no partí antaño, antes de mí,
de un muelle; si no dejé, navío al sol
oblicuo de la madrugada,
otra especie de puerto?
 
¿Quién sabe si no dejé, antes de que la hora
del mundo exterior como la veo
amaneciera para mí,
un gran muelle lleno de poca gente
de una gran ciudad semidespierta,
na enorme ciudad comercial, desmedida, apoplética,
si es que eso puede darse fuera del Espacio y del Tiempo?
 
Sí, de un muelle, de un muelle en cierto modo material,
real, visible como muelle, muelle realmente,
el Muelle Absoluto por cuyo modelo inconscientemente imitado,
insensiblemente evocado,
nosotros los hombres construimos
nuestros muelles en nuestros puertos,
nuestros muelles de piedra actual sobre agua verdadera,
que una vez construidos se anuncian de pronto
como Cosas-Reales, Espíritus-Cosas, Entidades de Piedras-Almas,
ante ciertos momentos nuestros de sentimiento-raíz,
cuando en el mundo exterior como que se abre una puerta
y, sin que nada se altere,
todo se revela distinto.
 
¡Ah, el Gran Muelle del que partimos en Navíos-Naciones!
¡El Gran Muelle Anterior, eterno y divino!
¿De qué puerto? ¿En qué aguas? ¿Y por qué pienso esto?
Grań Muelle como los otros muelles, pero el Único.
Lleno como ellos de silencios rumorosos en los amaneceres,
y abriéndose con las mañanas en un ruido de grúas
y llegadas de trenes mercancías,
y bajo la nube negra y ocasional y leve
del humo de las chimeneas de las fábricas cercanas
que sombrea el suelo negro de trocitos de carbón que brillan
como si fueses la sombra de una nube al pasar sobre agua sombría.
¡Ah, qué esencialidad de misterio y sentidos detenidos
en divino éxtasis revelador,
en las horas color de silencios y angustias
no es puente entre cualquier muelle y el Muelle!
 
Muelle negramente reflejado en las aguas quietas,
bullicio a bordo de los navíos,
¡oh alma errante e inestable de la gente embarcada,
de la gente simbólica que pasa y con la que nada dura,
que cuando el navío vuelve al puerto
hay siempre alguna alteración a bordo!
 
¡Oh fugas continuas, idas, ebriedad de lo Diverso!
¡Alma eterna de los navegantes y de las navegaciones!
¡Cascos reflejados lentamente en las aguas
cuando el navío zarpa del puerto!
Flotar como alma de la vida, partir como voz,
vivir el momento temblorosamente sobre aguas eternas.
Despertar a días más directos que los días de Europa,
ver puertos misteriosos sobre la soledad del mar,
doblar cabos lejanos hacia súbitos vastos paisajes
en innumerables laderas atónitas...
 
A, las playas lejanas, los muelles vistos de lejos,
y después las playas próximas, los muelles vistos de cerca.
¡El misterio de cada partida y de cada llegada,
la dolorosa inestabilidad e incomprensibilidad
de este imposible universo
a cada hora marítima más en la propia piel sentido!
El sollozo absurdo que nuestras almas derraman
sobre las extensiones de mares diferentes con islas a lo lejos,
sobre las islas lejanas de las costas dejadas al pasar,
sobre el crecer nítido de los puertos, con sus casas y sus gentes,
ante el navío que se acerca.
 
Ah, el frescor de las mañanas en que se llega
y la palidez de las mañanas en que se parte,
cuando nuestras entrañas se encogen
y una vaga sensación parecida al miedo
—miedo atávico de alejarse y partir,
el misterioso recelo atávico a la Llegada y lo Nuevo—
nos encoge la piel y nos acongoja
y todo nuestro cuerpo angustiado siente,
como si fuese nuestra alma,
Un inexplicable deseo de poder sentir esto de otro modo:
una saudade de alguna cosa,
una turbación de afectos ¿a qué vaga patria,
a qué costa, a qué navío, a qué muelle?,
que nos enferma el pensamiento
v sólo nos queda por dentro un gran vacío,
una hueca saciedad de minutos marítimos,
y una vaga ansiedad que sería tedio o dolor
si supiese cómo serlo...
 
La mañana de verano es, con todo, un poco fresca.
Un leve sopor de noche anda aún por el aire racheado.
Se acelera ligeramente el volante dentro de mí.
Y el paquebote está entrando, porque sin duda ya debe estar entrando,
y no porque lo vea moverse en su distancia excesiva.
 
En mi imaginación está ya cerca y es visible
en toda la extensión lineal de sus portillas,
y todo tiembla en mí, toda la carne y toda la piel,
por esa criatura que nunca llega en ningún barco
y a la que hoy he venido a esperar al muelle, por un mandato oblicuo.
 
Los navíos que entran en la barra,
los navíos que salen de los puertos,
los navíos que pasan a lo lejos
(me supongo viéndolos desde una playa desierta);
todos esos navíos abstractos casi en su ir.
is esos navíos me conmueven como si fuesen otra cosa
o tan sólo navíos, navíos yendo y viniendo.
 
Y los navíos vistos de cerca, aunque no se vaya a embarcar en ellos,
vistos desde abajo, desde los botes, altas murallas de chapa,
vistos por dentro, a través de camarotes, de salones, de despensas,
mirando de cerca los mástiles, afilándose allá en lo alto,
rozándose por las cuerdas, bajando las escaleras incómodas,
oliendo la engrasada mezcla metálica y marítima de todo eso;
los navíos vistos de cerca son otra cosa y la misma cosa,
dan la saudade y la misma ansiedad de otra manera.
 
¡Toda la vida marítima! ¡Todo en la vida marítima!
Se insinúa en mi sangre toda esa seducción sutil
y cavilo vagamente los viajes.
¡Ah las líneas de las costas distantes, achatadas por el horizonte!
¡Ah, los cabos, las islas, las playas arenosas!
¡Las soledades marítimas, como ciertos momentos en el Pacífico
en que no sé por qué sugestión aprendida en la escuela
se siente pesar sobre los nervios el hecho de ser aquél el mayor de los océanos,
y el mundo y el sabor de las cosas se tornan un desierto dentro de nosotros!
¡La extensión más humana, más salpicada, del Atlántico!
¡El Índico, el más misterioso de todos los océanos!
¡El Mediterráneo, dulce, sin misterio alguno, clásico mar para romper
contra explanadas contempladas por estatuas blancas desde jardines cercanos!
Todos los mares, todos los estrechos, todas las bahías, todos los golfos,
quisiera apretarlos contra el pecho, sentirlos bien y morir!
 
¡Y vosotras, oh cosas navales, mis viejos juguetes soñados!
¡Componed fuera de mí mi vida interior!
Quillas, mástiles, velas, ruedas de timón, cordajes,
chimeneas de vapor, hélices, gavias, gallardetes,
galdropes, escotillas, calderas, colectores, válvulas,
¡caed dentro de mí en montones, amontonaos
como el contenido confuso de un cajón vaciado en el suelo!
iSed vosotras el tesoro de mi avaricia febril,
sed vosotras los frutos del árbol de mi imaginación,
tema de mis cantos, sangre en las venas de mi inteligencia,
vuestro sea el lazo que a lo exterior me une por la estética,
proveedme de metáforas, de imágenes, de literatura,
porque en real verdad, en serio, literalmente,
mis sensaciones son un barco con la quilla al aire,
mi imaginación un ancla medio sumergida,
mi ansiedad un remo roto
y la contextura de mis nervios una red secándose en la playa!
 
Suena en el azar del río una sirena, una sola.
Tiembla ya todo el suelo de mi psiquismo.
Se acelera cada vez más el volante dentro de mí.
 
¡Ah, los paquebotes, los viajes, el-no-saberse-el paradero
de Fulano de Tal, marino, conocido nuestro!
Ah, la gloria de saberse que un hombre que anduvo con nosotros
murió ahogado junto a una isla del Pacífico!
¡Nosotros, los que anduvimos con él, se lo diremos a todos,
con un orgullo legítimo, con una confianza invisible
en que todo esto tenga un sentido más bello y más vasto
que sólo el de perderse el barco en el que iba
y el haber ido al fondo porque le entró agua los pulmones!
 
¡Ah, los paquebotes, los buques carboneros, los barcos de vela!
¡Ya escasean —¡ay de mí!— los barcos de vela en los mares!
¡Y yo que amo la civilización moderna, que beso con el alma las máquinas,
yo el ingeniero, y el civilizado, y el educado en el extranjero,
quisiera tener otra vez ante mis ojos sólo veleros y barcos de madera,
y no saber de más vida marítima que de la vida antigua de los mares!
Porque los mares antiguos son la Distancia Absoluta,
la Pura Lejanía, liberada del peso de lo Actual...
Y ah, cómo me recuerda aquí toda aquella vida mejor,
aquellos mares mayores, porque se navegaban más despacio,
aquellos mares misteriosos, porque de ellos se sabía menos.
 
Todo vapor de lejos es un barco de vela cercano.
Todo navío distante visto ahora es un navío en el pasado visto próximo,
todos los marineros invisibles a bordo de navíos en el horizonte
son los marineros visibles del tiempo de los viejos navíos,
de la época lenta y velera de las navegaciones peligrosas,
de la época de madera y lona de los viajes que duraban meses.
 
Me invade poco a poco el delirio de las cosas marítimas,
me penetran físicamente el muelle y su atmósfera,
el marullo del Tajo salta por encima de mis sentidos
y empiezo a soñar, empiezo a envolverme en el sueño de las aguas,
empiezan a engranarse bien las correas de transmisión en mi alma
y la aceleración del volante me sacude nítidamente.
 
Me llaman las aguas,
me llaman los mares.
Me llaman, alzando una voz corpórea, las lejanías,
todas las épocas marítimas sentidas en el pasado están llamando.
 
Tu, marinero inglés, Jim Barns amigo, fuiste tú
quien me enseñó aquel grito antiquísimo, inglés,
que tan venenosa mente resume
para las almas complejas como la mía
la llamada confusa de las aguas,
la voz inédita e implícita de todas las cosas del mar,
de los naufragios, de los viajes lejanos, de las travesías peligrosas.
Ése tu grito inglés hecho universal en mi sangre,
sin hechuras de grito, sin forma humana ni voz.
Ese grito tremendo que parece sonar
desde dentro de una caverna cuya bóveda es el cielo
y parece contar todas las cosas siniestras
que pueden suceder a lo Lejos, en el Mar, por la Noche...
(Siempre fingías que era una escuna lo que tú llamabas
y decías así, poniendo una mano a cada lado de la boca,
haciendo altavoz con tus grandes manos curtidas y oscuras:
 
Ahó ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò — yyyy...
Schooner ahò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò — yyyy...)
 
Te escucho desde aquí, ahora, y me despierto a algo.
El viento se estremece. Sube la mañana. Se abre el calor.
Siento que se me enrojecen las mejillas.
Mis ojos conscientes se dilatan.
El éxtasis se alza en mí, crece, avanza,
y con un ruido ciego de motín se acentúa
el giro vivo del volante.
 
¡Oh clamorosa llamada
a cuyo calor, a cuya furia hierven en mí
en una unidad explosiva todos mis anhelos,
mis propios tedios hechos dinámicos, todos!...
¡Invocación lanzada a mi sangre
por un amor pasado, no sé dónde, que vuelve
y aún tiene fuerza para atraerme y tirar de mí,
que aún tiene fuerza para hacerme odiar esta vida
que paso entre la impenetrabilidad física y psíquica
de la gente real con la que vivo!
 
¡Ah, sea como sea, sea hacia donde sea, partir!
Largarse por ahí, por las olas, por el peligro, por el mar,
¡Ir hacia la Lejanía, ir hacia Fuera, hacia la Distancia Abstracta,
indefinidamente, por las noches misteriosas y hondas,
llevado como la polvareda por los vientos, por los vendavales!
¡Ir, ir, ir, ir de una vez!
¡Toda mi sangre rabia por las alas!
¡Todo mi cuerpo se lanza hacia adelante!
¡Salto en mi imaginación como un torrente!
¡Me atropello, rujo, me despeño!...
¡Estallan en espuma mis anhelos
y mi carne es una ola batiendo en los acantilados!
 
Pensando en esto —¡oh rabia!—, pensando en esto —¡oh furia!—,
pensando en esta estrechez de mi vida llena de anhelos,
súbitamente, temblorosamente, desorbitadamente,
con una oscilación viciosa, vasta, violenta,
del volante vivo de mi imaginación,
irrumpe en mí silbando, silbando, vertiginando,
el celo sombrío y sádico de la estridente vida marítima.
 
¡Eh, marineros, gavieros! ¡Eh, tripulantes, pilotos!
¡Navegantes, mareantes, marinos, aventureros!
¡Eh, capitanes de barco! ¡Hombres al timón y en los mástiles!
¡Hombres que duermen en literas toscas!
¡Hombres que duermen con el peligro espiando en las portillas!
¡Hombres que duermen con la Muerte por almohada!
¡Hombres que tienen toldillas, que tienen puentes desde donde mirar
la inmensidad inmensa del mar inmenso!
¡Eh, operarios de las grúas de carga!
¡Eh, arriadores de velas, fogoneros, camareros!
¡Hombres que meten la carga en las bodegas!
¡Hombres que halan los cabos en cubierta!
¡Hombres que limpian los metales de las escotillas!
¡Hombres del timón! ¡Hombres de las máquinas! ¡Hombres de los mástiles!
¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
¡Gente de gorra de visera! ¡Gente de camiseta de malla!
¡Gente con anclas y banderas en cruz bordadas en el pecho!
¡Gente tatuada! ¡Gente de cachimba! ¡Gente de amurada!
¡Gente oscura de tanto sol, curtida de tanta lluvia,
limpia de ojos de tanta inmensidad ante ellos,
audaz de rostro de tantos vientos como los azotó de veras!
¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
¡Hombres que visteis la Patagonia!
¡Hombres que pasasteis por Australia!
¡Que llenasteis vuestras miradas con costas que yo nunca veré!
¡Que fuisteis a tierra en tierras a las que nunca bajaré!
¡Que comprasteis artículos toscos en colonias a proa de los desiertos!
¡Y que hicisteis todo eso como quien no hace nada,
como si fuese natural,
como si la vida fuera eso,
como si no cumplierais ni siquiera un destino!
¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
¡Hombres de la mar actual! ¡Hombres de la mar pasada!
¡Intendentes de a bordo! ¡Esclavos de las galeras! ¡Combatientes de Lepanto!
¡Piratas de los tiempos de Roma! ¡Navegantes de Grecia!
¡Fenicios! ¡Cartagineses! ¡Portugueses arrojados desde Sagres
a la aventura indefinida, a la Mar Absoluta, a realizar lo Imposible!
¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
¡Hombres que levantasteis padrones, que disteis nombres a los
cabos!
¡Hombres que negociasteis por primera vez con negros!
¡Que primero vendisteis esclavos de las nuevas tierras!
¡Que proporcionasteis el primer orgasmo europeo a las negras atónitas!
¡Que trajisteis oro, baratijas, maderas aromáticas, flechas,
de laderas estallantes de verde vegetación!
¡Hombres que saqueasteis tranquilos poblados africanos,
que hicisteis huir con el ruido del cañón a aquellas gentes,
que matasteis, robasteis, torturasteis, ganasteis
los premios a la Novedad de quien, cabizbajo,
arremetía contra el misterio de los nuevos mares! ¡Eh-eh-eh-eh-eh!
A vosotros todos en uno, a vosotros todos en vosotros todos como uno,
a vosotros todos mezclados, entrecruzados,
a vosotros todos sanguinarios, violentos, odiados, temidos, sagrados,
¡yo os saludo, yo os saludo, yo os saludo!
¡Eh-eh-eh-eh-eh! ¡Eh-eh-eh-eh-eh! ¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
Eh lahô-lahô-laHO-lahá-á-á-à-à!
 
¡Quiero ir con vosotros, quiero ir con vosotros,
al mismo tiempo con todos vosotros
a todos los lugares donde fuisteis!
¡Quiero encontrar vuestros peligros frente a frente,
sentir en mi cara los vientos que estriaron las vuestras,
escupir de mis labios la sal de los mares que besaron los vuestros,
tener brazos en vuestra tarea, compartir vuestras tormentas,
llegar como vosotros, en fin, a extraordinarios puertos!
¡Huir con vosotros de la civilización!
¡Perder con vosotros la noción de moral!
¡Sentir que cambia mi humanidad en la lejanía!
¡Beber con vosotros en los mares del sur
nuevas salvajadas, nuevos tumultos del alma,
nuevos fuegos centrales en mi volcánico espíritu!
¡Ir con vosotros, desnudarme —¡ah, lárgate de aquí!—
de mi traje civilizado, de mi blandengue actuar,
de mi miedo innato a las cárceles,
de mi pacífica vida,
de mi vida asentada, estática, organizada y ya vista!
 
En el mar, en el mar, en el mar, en el mar,
¡eh, poner en el mar, en el viento, en las olas,
mi vida!
¡Salar con espuma revuelta por los vientos
mi paladar de los grandes viajes.
Fustigar con latigazos de agua las carnes de mi aventura,
empapar con fríos oceánicos los huesos de mi existencia,
flagelar, cortar, curtir con vientos, espumas, soles,
mi ser ciclónico y atlántico,
mis nervios dispuestos como jarcias,
lira en manos de los vientos!
 
Sí, sí, sí... ¡Crucificadme en las navegaciones
y mis espaldas gozarán mi cruz!
¡Atadme a los viajes como a postes
y la sensación de los postes me entrará espinazo adentro
y los llegaré a sentir como un vasto espasmo pasivo!
¡Haced de mí lo que queráis siempre que sea en los mares,
sobre cubiertas, al son de las olas,
desgarradme, matadme, heridme!
¡Lo que quiero es llevar a la Muerte
un alma desbordante de Mar,
ebria, hasta caer, de las cosas marítimas,
tanto de marineros como de anclas y de cabos,
tanto de costas lejanas como del ruido de los vientos,
tanto de la Lejanía como del Muelle, tanto de los naufragios
como de los tranquilos comercios,
tanto de los mástiles como de las olas,
llevar a la Muerte con dolor, voluptuosamente,
un cuerpo lleno de sanguijuelas chupando, chupando,
de extrañas verdes absurdas sanguijuelas marinas!
 
¡Haced jarcias de mis venas!
¡Amarras de mis músculos!
¡Arrancadme la piel, clavadme a las quillas!
¡Y que pueda sentir el dolor de los clavos y nunca deje de sentirlo!
¡Haced de mi corazón una enseña de almirante
a la hora de la guerra de los viejos navíos!
¡Pisotead en las cubiertas mis ojos arrancados!
¡Quebradme los huesos contra las amuras!
¡Flageladme atado a los mástiles, flageladme!
¡A todos los vientos de todas las latitudes y longitudes
derramad mi sangre sobre las aguas impetuosas
que barren de lado a lado la toldilla del navío
en las convulsiones embravecidas de las tormentas!
 
¡Tener la audacia al viento de las lonas de las velas!
¡Ser, como las gavias altas, el silbido de los vientos!
¡La vieja guitarra del Fado de los mares llenos de peligros,
canción para que los navegantes la oigan y ya no la repitan!
 
Los marineros sublevados
ahorcaron al capitán en una verga.
A otro lo desembarcaron en una isla desierta.
Marooned!
El sol de los trópicos puso la fiebre de la piratería antigua
en mis venas vehementes.
Los vientos de la Patagonia tatuaron mi imaginación
con imágenes trágicas y obscenas.
¡Fuego, fuego, fuego dentro de mí!
¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre!
¡Estalla todo mi cerebro!
¡Se me rompe el mundo en rojo!
¡Con ruido de amarras revientan mis venas!
Y estalla en mí feroz, voraz,
la canción del Gran Pirata,
la muerte a bramidos del Gran Pirata cantando
hasta hacer que el pavor baje por el espinazo de sus hombres.
Allá en la popa muriendo, y bramando, cantando:
 
                Fifteen men on the Dead Man's Chest
                Yo-ho ho and a bottle of rum!
 
Y gritando después, con una voz ya irreal, que estallaba en el aire:
 
Darby M’Graw-aw-aw-aw-aw!
Darby M'Graw-aw-aw-aw-aw-aw-aw-aw!
Fetch a-a-aft the ru-u-u-u-u-u-u-u-u-um, Darby!
 
¡Ea, qué vida aquélla! ¡Aquélla era la vida, ea!
¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh!
¡Eh-lahô-lahô-laHO-lahá-á-á-à-à!
¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
 
¡Quillas rotas, navíos a pique, sangre en los mares!
¡Cubiertas llenas de sangre, fragmentos de cuerpos!
¡Dedos amputados en las amuras!
¡Cabezas de niños, aquí y allá!
¡Gente con los ojos fuera gritando, aullando!
¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
¡Me envuelvo en todo esto como en una capa en el frío!
¡Me restrego con todo esto como una gata en celo contra un muro!
¡Rujo a todo esto como un león hambriento!
¡Arremeto como un toro furioso contra todo esto!
¡Clavo uñas, rompo garras, me sangran los dientes sobre esto!
¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
 
De pronto me estalla en los oídos
como un clarín a mi lado
el viejo grito, pero ahora airado, metálico,
llamando a la presa que se avista
la goleta que va a ser abordada:
 
Ahó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó ---- yyyy...
Schooner ahó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó ---- yyyy…
 
¡El mundo entero no existe para mí! ¡Ardo rojo!
¡Rujo en la furia del abordaje!
¡Pirata mayor! ¡César-Pirata!
¡Robo, mato, despedazo, rompo!
¡Sólo siento el mar, la presa, el saqueo!
¡Sólo siento en mí latir, latir
las venas de mis sienes!
¡Vierte sangre caliente la sensación de mis ojos!
¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
 
¡Ah, piratas, piratas, piratas!
Piratas, ¡amadme y odiadme!
¡Mezcladme con vosotros, piratas!
 
¡Vuestra furia, vuestra crueldad cómo hablan a la sangre
de un cuerpo de mujer que antes fue mío y cuyo celo sobrevive!
 
¡Quisiera ser un bicho representativo de todos vuestros gestos,
un bicho que hincase los dientes en amuras, en quillas,
que comiese mástiles, bebiese sangre y alquitrán en las cubiertas,
que trincase velas, remos, cordajes y poleas,
serpiente del mar femenina y monstruosa cebándose en los crímenes!
 
¡Y hay una sinfonía de sensaciones incompatibles y análogas,
hay una orquestación en mi sangre de algarabías de crímenes,
de estrépitos espasmosos de orgía de sangre en los mares,
furibundamente, como un vendaval de calor en el espíritu,
nube de polvareda caliente que nubla mi lucidez
y me hace soñar todo eso con sólo la piel y las venas!
 
¡Los piratas, la piratería, los barcos, la hora,
esa hora marítima en que las presas son asaltadas
y el terror de los apresados es un huir hacia la locura —esa hora
con su total de crímenes, terror, barcos, gente, mar, cielo, nubes,
brisa, latitud, longitud, vocerío,
quisiera que fuese en su Todo mi cuerpo en su Todo, sufriendo,
que fuese mi cuerpo y mi sangre, compusiera mi ser en rojo,
floreciese como una herida escociendo en la carne irreal de mi alma!
 
¡Ah, serlo todo en los crímenes! ¡Ser todos los elementos componentes
de los abordajes a los barcos y de las matanzas y de las violaciones!
¡Ser cuanto fue en el lugar del saqueo!
¡Ser cuanto vivió o yació en el lugar de las tragedias de sangre!
¡Ser el pirata-resumen de toda la piratería en su auge
y la víctima-síntesis, pero de carne y hueso de todos los piratas del mundo!
 
¡Ser en mi cuerpo la mujer-todas-las-mujeres
violadas, muertas, heridas, abiertas por piratas!
¡Ser en mi ser subyugado la hembra que tiene que ser suya!
¡Y sentir todo eso —todas esas cosas a la vez— en el espinazo!
 
¡Oh mis peludos y rudos héroes de la aventura y del crimen!
¡Mis marítimas fieras, maridos de mi imaginación!
¡Amantes casuales de la oblicuidad de mis sensaciones!
¡Quisiera ser Aquélla que os espera en los puertos,
a vosotros, odiados amados de su sangre de pirata en los sueños!
¡Porque ella gozaría con vosotros, aunque sólo en espíritu, enfurecida
sobre los cadáveres desnudos de vuestras víctimas en el mar!
¡Porque ella habría acompañado vuestro crimen, y en la orgía oceánica
su espíritu de bruja danzaría invisible en torno a los gestos
de vuestros cuerpos, de vuestros machetes, de vuestras manos estranguladoras!
¡Y ella en tierra, esperándoos, cuando vinieseis, si es que acaso veníais!
¡Iría a beber en los rugidos de vuestro amor de todo el vasto,
todo el nebuloso y siniestro perfume de vuestras victorias,
y a través de vuestros espasmos silbaría un sabbat en rojo y amarillo!
 
¡La carne despedazada, la carne abierta y destripada, el correr de la sangre!
¡Ahora, en el auge conciso de soñar lo que vosotros hacíais,
de mí me pierdo todo, ya no os pertenezco, soy vosotros,
esta feminidad mía que os acompaña es la de ser vuestras almas!
¡Estar dentro de toda vuestra ferocidad cuando la practicabais!
¡Sorber por dentro vuestra conciencia de vuestras sensaciones
cuando teñíais de sangre la alta mar,
cuando de vez en cuando arrojabais a los tiburones
los cuerpos aún con vida de los heridos, la carne rosácea de los niños
y llevabais a las madres a las amuras para que pudiesen ver lo que les sucedía!
 
¡Estar con vosotros en la carnicería, en el pillaje!
¡Estar orquestado con vosotros en la sinfonía de los saqueos!
¡Ah, no sé qué, ni sé cuánto quisiera yo ser de vosotros!
No sólo ser vuestra hembra, ser vuestras hembras, ser vuestras víctimas,
ser vuestras víctimas —hombres, mujeres, niños y navíos—,
no sólo ser la hora y los barcos y las olas,
no sólo ser vuestras almas, vuestros cuerpos, vuestra furia, vuestra posesión,
no sólo ser concretamente vuestro acto abstracto de orgía,
no sólo ser esto quisiera ser, sino algo más que esto: ¡Dios-esto!
¡Tendría que ser Dios, el Dios de un culto al revés,
un Dios monstruoso y satánico, un Dios de un panteísmo de sangre,
para poder llenar toda la medida de mi furia imaginativa,
para no poder agotar nunca mis deseos de identidad
con el cada, y el todo, y el más-que-todo, de vuestras victorias!
 
¡Ah, torturadme para curarme!
Mi carne: haced de ella el aire que vuestros machetes atraviesan
antes de caer sobre las cabezas y los hombros!
¡Sean mis venas las ropas que los cuchillos traspasan!
¡Mi imaginación el cuerpo de las mujeres que violáis!
¡Mi inteligencia la cubierta donde en pie estáis matando!
¡Mi vida entera, en su conjunto nervioso, histérico, absurdo,
el gran organismo del que cada acto de piratería cometido
fuese una célula consciente —y todo yo me arremolinase
como una inmensa podredumbre ondeando y fuese yo todo aquello!
 
Con tal velocidad desmedida, pavorosa,
la máquina febril de mis visiones desbocadas
gira ahora cuando mi conciencia, volante,
es tan sólo un nebuloso círculo silbando en el aire:
 
                Fifteen men on the Dead Man's Chest.
                Yo-ho-ho and a bottle of rum!
 
Eh-lahô-lahô-laHO ---- lahá-á-ááá ---- ààà…
 
¡Ah, qué salvajismo el de este salvajismo! ¡A la mierda
toda la vida como la nuestra, que no es nada de esto!
¡Aquí me tenéis ingeniero, práctico a la fuerza, sensible a todo,
aquí me tenéis parado con relación a vosotros incluso cuando ando;
incluso cuando actúo, inerte; cuando me impongo, débil;
estático, vencido, disidente cobarde de vuestra Gloria,
de vuestra gran dinámica estridente, caliente y sangrienta!
 
¡Leches, por no poder comportarme de acuerdo con mi delirio!
¡Leches, por andar siempre agarrado a las sayas de la civilización!
¡Por andar con la douceur des moeurs a cuestas, como una carga de encajes!
¡Mozos de cuerda —todos nosotros lo somos— del humanitarismo moderno!
¡Estupores de tísicos, de neurasténicos, de linfáticos,
sin coraje para ser alguien con violencia y audacia,
con el alma como una gallina cogida por una pata!
 
¡Ah, los piratas! ¡Los piratas!
¡El anhelo de lo ilegal unido a lo feroz,
el anhelo de las cosas absolutamente crueles y abominables
que roe como un celo abstracto nuestros cuerpos cenceños,
nuestros nervios femeninos y delicados,
y pone grandes fiebres locas en nuestras miradas vacías!
 
¡Obligadme a que me arrodille ante vosotros!
¡Humilladme y golpeadme!
¡Haced de mí vuestro esclavo y vuestra cosa!
¡Y que vuestro desprecio por mí nunca me abandone,
oh dueños míos, oh dueños míos!
 
¡Tomar siempre gloriosamente la parte sumisa
en los acontecimientos de sangre y en las sensualidades dilatadas!
¡Derrumbaos sobre mí, como grandes muros pesados,
oh bárbaros del antiguo mar!
¡Rasgadme y heridme!
¡De este a oeste de mi cuerpo
marcad con sangre mi cuerpo!
¡Besad con machetes de abordaje y azotes y rabia
mi alegre terror carnal a perteneceros,
mi anhelo masoquista de darme a vuestra furia,
de ser objeto inerte y sintiente de vuestra omnívora crueldad,
dominadores, señores, emperadores, corceles!
¡Ah, torturadme,
rasgadme y abridme!
Deshecho en pedazos conscientes,
derramadme en las cubiertas,
esparcidme por los mares, dejadme
en las ávidas playas de las islas!
 
¡Cebad en mí todo el misticismo mío por vosotros!
¡Cincelad con sangre mi alma!
¡Cortad, rajad!
 
¡Oh tatuadores de mi imaginación corpórea!
¡Desolladores amados de mi carnal sumisión!
¡Sometedme como quien mata a un perro a puntapiés!
¡Haced de mí el pozo para vuestro desprecio de dominio!
 
¡Haced de mí vuestras víctimas todas!
¡Como Cristo sufrió por todos los hombres, quiero sufrir
por todas las víctimas que hicieron vuestras manos,
vuestras manos callosas, sangrientas y con dedos mutilados
en los abordajes bruscos a las amuras!
 
¡Haced de mí algo así como si fuese
arrastrado —¡oh placer, oh besado dolor!—
arrastrado por colas de caballos fustigados por vosotros...
Pero esto en el mar, esto en el ma-a-a-a-r, esto en el MA-A-A-AR!
¡Eh-eh-eh-eh-eh! ¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh! ¡EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH! ¡En el MA-A-A-A-AR!
¡Yeh-eh-eh-eh-eh-eh! ¡Yeh-eh-eh-eh-eh-eh! ¡Ych-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
¡Todo grita! ¡Todo está gritando! ¡Vientos, olas, barcos
mares, cofas, piratas, mi alma, la sangre, y el aire, y el aire!
¡Eh-eh-eh-eh! ¡Yeh-eh-eh-eh-eh! ¡Yeh-eh-eh-eh-eh-eh! ¡Todo canta, gritando:
 
         FIFTEEN MEN ON THE DEAD MAN’S CHEST.
         YO-HO-HO AND A BOTTLE OF RUM!
 
¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh! ¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh! ¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
¡Hé-lahô-lahô-la HO-O-O-ôô-lahá-á-á ---- ààà!
 
¡AHÓ-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó ---- yyy!...
SCHOONER AHÓ-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó ---- yyyy!...
¡Darby M'Graw-aw-aw-aw-aw-aw!
¡DARBY M’DRAW-AW-AW-AW-AW-AW-AW!
FETCH A-A-AFT THE RU-U-U-U-U-UM, DARBY!
 
¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH!
EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH!
EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH!
 
EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH!
 
Algo se rompe en mí. Lo rojo ha anochecido.
He sentido demasiado para poder seguir sintiendo.
Se me ha agotado el alma, tan sólo un eco quedó dentro de mí.
Disminuye sensiblemente la velocidad del volante.
Las manos de mis ojos me apartan un poco de mis sueños.
Dentro de mí hay tan sólo un vacío, un desierto, un mar nocturno.
Y en cuanto siento que hay dentro de mí un mar nocturno
asciende de su lejanía, nace de su silencio,
otra vez, otra vez, el vasto grito antiquísimo.
De pronto, como un relámpago de sonido que no produce ruido sino ternura
y súbitamente abarca todo el horizonte marítimo,
un húmedo y sombrío marullo humano nocturno,
voz de sirena distante llorando, llamando
viene del fondo de la Lejanía, del fondo del Mar, del alma de los Abismos
y en la superficie boyan como algas mis sueños deshechos…
 
Ahó ó ó ó ó ó ó ó ó ó ---- yy...
Schooner ahò-ò-ò ò ò-ò-ò ò ò ò-ò-ò ---- yy…
 
¡Ah, el rocío sobre mi excitación!
¡El frescor nocturno en mi océano interior!
He aquí todo en mí, de pronto, ante una noche en la mar
llena del enorme misterio humanísimo de las olas nocturnas.
La luna sube en el horizonte
y mi infancia feliz se despierta en mí como una lágrima.
El pasado resurge como si ese grito marítimo
fuese un aroma, una voz, el eco de una canción
que viniera a llamar a mi pasado
a aquella felicidad que nunca más he de tener.
 
Era en la vieja casa sosegada, junto al río...
(Las ventanas de mi cuarto y las del comedor también,
daban, por encima de unas casas bajas, al río cercano,
al Tajo, a este mismo Tajo, aunque en otro punto, más abajo...
Si ahora me asomase a las mismas ventanas no me asomaría a las mismas ventanas.
Aquel tiempo pasó como el humo de un vapor en alta mar…)
 
Una inexplicable ternura,
un remordimiento conmovido y lacrimoso
por todas aquellas víctimas —principalmente los niños—
que soñé hacer al soñarme pirata antiguo,
emoción conmovida, porque aquéllas fueron mis víctimas;
tierna y suave, porque no lo fueron realmente;
una ternura confusa como un cristal empañado, azulada,
canta viejas canciones en mi pobre alma dolorida.
 
¿Ah, cómo pude yo pensar, soñar, aquellas cosas?
¡Qué lejos estoy del que fui hace un momento!
¡Histeria de las sensaciones —a veces éstas, a veces las contrarias!
En la rubia mañana que se yergue, ¡cómo mis oídos sólo escogen
las cosas que concuerdan con esta emoción: el marullo del agua,
el marullo leve de las aguas del río al batir en el muelle...,
la vela que pasa cerca al otro lado del río,
los montes lejanos, de un azul japonés,
las casas de Almada,
y cuanto hay de suavidad y de infancia en la hora temprana...!
 
Una gaviota pasa
y mi ternura es mayor.
Pero en todo ese tiempo no estuve fijándome en nada.
Todo esto ha sido una impresión tan sólo de la piel, como una caricia.
¡En todo este tiempo no he apartado los ojos de mi sueño lejano,
de mi casa junto al río,
de mi infancia junto al río,
de las ventanas de mi cuarto que daban al río de noche,
y a la paz del luar esparcido en las aguas...!
Mi vieja tía que me amaba debido al hijo que perdió...,
mi vieja tía me solía cantar para dormirme
(siendo yo, como era, tan mayor para eso...).
Me acuerdo y las lágrimas caen sobre mi corazón y lo lavan de la vida,
y dentro de mí se levanta una leve brisa marina.
A veces me cantaba la «Nao Catrineta»:
 
                       Allá va la nao Catrineta
                       sobre las aguas del mar...
 
Y otras veces era, con una melodía tan medieval y tan saudosa,
«La Bella Infanta»... Me acuerdo, y la pobre vieja voz se yergue dentro de mí
y me acuerdo qué poco me acordé después de ella, ¡y me quería tanto!
¡Qué ingrato fui con ella! —y al final ¿qué he hecho de la vida?
Era «La Bella Infanta»... Yo entornaba los ojos y ella cantaba:
 
                       Estando la Bella Infanta
                       en su jardín sentada…
 
Yo abría un poco los ojos y veía la ventana llena de luar,
y después entornaba los ojos de nuevo, y con todo esto era feliz.
 
                       Estando la Bella Infanta
                       en su jardin sentada,
                       peine de oro en la mano
                       sus cabellos peinaba…
 
¡Oh mi pasado de infancia, muñeco que me rompieron!
 
¡Que no pueda viajar al pasado, a aquella casa y aquel afecto,
y quedarme allí para siempre, siempre niño y siempre contento!
 
Pero todo esto fue el Pasado, farola de esquina de una calle vieja.
Pensar en esto da frío, da hambre de algo que no se puede tener.
Me da no sé qué remordimiento absurdo pensar en esto.
¡Oh torbellino lento de sensaciones contrapuestas!
¡Vértigo tenue de cosas confusas en el alma!
Furias rotas, ternuras como carretes de hilo con que los niños juegan,
grandes desmoronamientos de imaginación sobre los ojos de los sentidos,
lágrimas, lágrimas inútiles,
leves brisas de contradicción que por el rostro rozan el alma…
 
Evoco, con un esfuerzo voluntario, para librarme de esta emoción,
evoco con un esfuerzo desesperado, seco, nulo,
la canción del Gran Pirata cuando estaba muriendo:
 
               Fifteen men on the Dead Man's Chest.
               Yo-ho-ho and a bottle of rum!
 
Pero la canción es una línea recta mal trazada dentro de mí…
 
Me esfuerzo, y consigo traer otra vez ante mis ojos del alma,
otra vez, pero a través de una imaginación casi literaria,
el furor de la piratería, de la matanza, el apetito, casi del paladar, del saqueo,
de la matanza inútil de mujeres y de niños,
de la tortura fútil, sólo como distracción, de los pasajeros pobres,
y la sensualidad de estropear y romper las cosas más queridas de los demás,
pero todo eso lo sueño con un miedo a algo respirándome en la nuca.
 
Pienso que resultaría interesante
ahorcar a los hijos en presencia de sus madres
(pero me siento, sin querer, sus madres)
o enterrar vivas en islas desiertas a criaturas de cuatro años
llevando a sus padres en barco hasta allí para verlos
(pero me estremezco al acordarme de un hijo que no tengo y
está durmiendo tranquilo en casa).
 
Me aguijoneo con un anhelo frío de crímenes marítimos
de una inquisición sin la disculpa de la Fe,
crímenes sin siquiera la razón de ser de la maldad y de la furia,
hechos en frío, ni siquiera para herir, ni siquiera para hacer daño,
ni siquiera para divertirnos, sino tan sólo para pasar el tiempo,
 
como quien hace solitarios en una mesa de comedor de provincias, después de cenar, con el mantel retirado hacia el otro lado de la mesa,
sólo por el suave placer de cometer crímenes abominables y no encontrarlos gran cosa,
de ver sufrir hasta el punto de la locura y de la muerte-por-dolor pero sin llegar nunca a tanto...
Pero mi imaginación se niega a acompañarme.
Un escalofrío me estremece.
Y de pronto, más pronto que la otra vez, desde más lejos, desde más hondo,
de pronto —¡oh el pavor por todas mis venas!—,
¡oh, el frío repentino de la puerta del Misterio al abrirse y dejar entrar una corriente de aire!,
me acuerdo de Dios, de lo Trascendental de la vida, y de pronto
la vieja voz del marinero inglés Jim Barns, con el que hablaba,
resurgida voz de las ternuras misteriosas dentro de mí, de pequeñas cosas de regazo de madre y de cinta de cabello de hermana,
pero prodigiosamente venida de más allá de la apariencia de las cosas,
La Voz sorda y remota convertida en Voz Absoluta, Voz Sin Boca,
venida de por encima y de dentro de la soledad nocturna de los mares,
me llama, me llama, me llama…
 
Viene sordamente, como si hubiera sido suprimida y se oyese,
lejanamente, como si estuviese sonando en otro lugar y aquí no se pudiese oír,
como un sollozo ahogado, una luz que se apaga, un hálito silencioso,
de ningún lado del espacio, de ningún punto del tiempo,
el grito eterno y nocturno, soplo profundo y confuso:
 
Ahó-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-yyy......
Ahó-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-yyy.........
Schooner ahô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô---yyyy ......…
 
Tiemblo con un frío del alma que me traspasa el cuerpo
y abro de pronto los ojos que no había cerrado.
¡Ah, qué alegría, salir de los sueños de una vez!
¡He aquí otra vez el mundo real, tan bondadoso para con los nervios!
Helo a esta hora mañanera cuando entran los paquebotes que llegan temprano.
Ya no me importa el paquebote que entraba. Aún está lejos.
Sólo lo que está cerca me lava ahora el alma.
Mi imaginación higiénica, poderosa, práctica,
se preocupa ahora tan sólo de las cosas modernas y útiles,
de los buques de carga, de los paquebotes y los pasajeros,
de las fuertes cosas inmediatas, modernas, comerciales, verdaderas.
Modera su giro dentro de mí el volante.
 
¡Maravillosa vida marítima moderna,
toda limpieza, salud y máquinas!
¡Todo tan bien arreglado, tan espontáneamente ajustado,
todas las piezas de las máquinas, todos los navíos en el mar,
todos los elementos de la actividad comercial de exportación e importación
combinándose tan maravillosamente
que todo transcurre como si fuese por leyes naturales,
sin que ninguna cosa tropiece con la otra!
 
Nada perdió la poesía. Y ahora además tenemos las máquinas
con su poesía también, y todo el nuevo género de vida
comercial, mundano, intelectual, sentimental,
que la era de las máquinas ha venido a traer a las almas.
Los viajes ahora son tan bellos como lo eran antes
y un navío será siempre bello sólo por ser un navío.
Viajar aún es viajar, y la lejanía está donde siempre estuvo:
¡en ninguna parte, gracias a Dios!
 
¡Puertos llenos de vapores de muchas especies!
¡Pequeños, grandes, de varios colores, con variadas disposiciones de portillas,
de tan deliciosamente tantas compañías navieras!
¡Vapores en los puertos, tan individuales por la destacada separación de los fondeaderos!
¡Tan placentero su garbo quieto de cosas comerciales que andan por el mar,
por el viejo mar siempre homérico, oh Ulises!
La mirada humanitaria de los faros en la distancia de la noche
o el inesperado faro próximo en la noche muy oscura
(«¡Qué cerca de tierra estábamos pasando!» Y el sonido del agua canta en nuestro oído…)
 
Todo esto es hoy como siempre fue, pero existe el comercio;
¡y el destino comercial de los grandes vapores
me envanece de mi época!
la mezcolanza de gente a bordo de los buques de pasaje
me da el orgullo moderno de vivir una época en la que es tan fácil
mezclar las razas, vencer los espacios, ver con facilidad todas las cosas,
y gozar la vida realizando un gran número de sueños.
 
Limpios, proporcionados, modernos como una oficina con guichets enrejados de latón amarillo,
mis sentimientos, ahora naturales y comedidos como gentlemen,
son prácticos, ajenos al desvarío, llenan de aire marítimo los pulmones
como seres perfectamente conscientes de lo higiénico que resulta respirar el aire del mar.
 
Ya el día pertenece por completo a las horas de trabajo.
Todo empieza a moverse, a regularizarse.
 
Con un gran placer natural y directo recorro con el alma
todas las operaciones necesarias para un embarque de mercancías.
Mi época es el sello que llevan todas las facturas,
y siento que todas las cartas de todas las oficinas
deberían estar dirigidas a mí.
 
¡Un conocimiento de embarque tiene tanta personalidad
y la firma de un capitán de barco es tan bella y moderna!
Rigor comercial del principio y del final de las cartas:
Dear Sirs — Messieurs — Muy señores nuestros,
Yours faithfully —...Nos salutations empressées...
Todo esto no es sólo humano y limpio, sino también bello,
y tiene al fin un destino marítimo, un vapor donde embarcan
las mercancías de que las cartas y las facturas tratan.
 
¡Complejidad de la vida! Las facturas están hechas por gente
que tiene amores, odios, pasiones políticas, crímenes a veces,
¡y están tan bien escritas, tan alineadas, tan independientes de todo eso!
Hay quien mira una factura y no siente esto.
Seguro que tú, Cesário Verde, lo sentías.
Yo humanísimamente hasta las lágrimas lo siento.
¡Que me vengan a decir a mí que no hay poesía en el comercio, en las oficinas!
Vamos, si entra por todos los poros... En este aire marino la respiro,
porque todo esto viene a propósito de los vapores y la navegación moderna,
porque las facturas y las cartas comerciales son el principio de la historia
y los navíos que llevan las mercancías por el mar eterno son el fin.
 
¡Ah, y los viajes, los viajes de recreo y los otros,
los viajes por mar, en los que todos somos compañeros de los demás
de una manera especial, como si un misterio marítimo
acercase nuestras almas y nos volviese por un momento
patriotas transitorios de una misma patria incierta,
desplazándose eternamente sobre la inmensidad de las aguas!
¡Grandes hoteles del Infinito, oh trasatlánticos míos!
¡Con el cosmopolitismo perfecto de no parar nunca en un punto
y contener toda clase de trajes, de caras, de razas!
 
¡Los viajes, los viajeros —los hay de tantas clases—!
¡Tantas nacionalidades en el mundo! ¡Tantas profesiones! ¡Tanta gente!
¡Tanto destino diverso como se le puede dar a la vida,
a la vida, al fin, en el fondo, siempre, siempre la misma!
¡Tantas caras curiosas! ¡Todas las caras son curiosas,
y nada nos da tanta religiosidad como el mirar mucho a la gente.
La fraternidad no es, en fin, una idea revolucionaria.
Es cosa que uno aprende a lo largo de la vida, en la que hay que tolerarlo todo,
y uno acaba por encontrar gracioso lo que hay que tolerar,
y acaba casi llorando de ternura sobre lo que ha tolerado!
 
¡Ah, todo esto es hermoso, todo eso es humano y está relacionado
con los sentimientos humanos, tan sociables y burgueses,
tan complicadamente sencillos, tan metafísicamente tristes!
La vida fluctuante, diversa, acaba por educarnos en lo humano.
¡Pobre gente! ¡Pobre gente, toda la gente!
 
Me despido de esta hora en el cuerpo de este otro navío
que ahora está zarpando. Es un tramp-steamer inglés,
muy sucio, como si fuese un navío francés,
con el aire simpático de proletario de los mares
y al que sin duda anunciaron ayer en la última página de los diarios.
 
Me enternece el pobre vapor, tan humilde va él, tan natural.
Parece tener cierto escrúpulo de no sé qué, y ser persona honesta,
cumplidora de una especie cualquiera de deberes.
Allá va él, dejando un sitio frente al muelle donde estoy.
Allá va él tranquilamente, pasando por donde estuvieron los veleros antaño, antaño…
¿Hacia Cardiff? ¿Hacia Liverpool? ¿Hacia Londres? No tiene importancia.
Cumple con su deber. Cumplamos así nosotros el nuestro. ¡Qué hermosa vida!
¡Buen viaje! ¡Buen viaje!
¡Buen viaje, pobre y ocasional amigo mío que me has hecho el favor
de llevarte contigo la fiebre y la tristeza de mis sueños
y de restituirme a la vida cuando miré hacia ti y te vi pasar.
¡Buen viaje! ¡Buen viaje! La vida es esto...
¡Qué aplomo tan natural, tan inevitablemente mañanero
el de tu salida del puerto de Lisboa, hoy!
Siento un curioso y agradecido afecto hacia ti por eso...
Y por eso, ¿qué es? ¡Yo qué sé lo que es!... Vete... Pasa...
Con un ligero estremecimiento
(T - t -- t --- t ---- t ----- t ...)
el volante dentro de mí se para.
 
Pasa, lento vapor, pasa y no te quedes...
Pasa de mí, desaparece de mi vista,
vete de dentro de mi corazón,
piérdete en la Lejanía, en la Lejanía, bruma de Dios,
piérdete, sigue tu destino y déjame...
¿Quién soy yo para llorar y preguntar?
¿Quién soy yo para hablarte y amarte?
¿Quién soy yo para que me turbe el verte?
Zarpa del muelle, crece el sol, oro se yergue,
relucen los tejados de los edificios del muelle,
todo el lado de acá de la ciudad brilla...
Parte, déjame, conviértete
primero navío en medio del río, destacado y nítido,
después en navío camino de la barra, pequeño y negro,
después en vago punto del horizonte (;oh, mi angustia!),
punto cada vez más vago en el horizonte...,
nada después, y yo sólo yo y mi tristeza,
y la gran ciudad ahora a pleno sol,
y la hora real y desnuda como un muelle ya sin navíos,
y el lento girar de la grúa que, como un compás que gira,
traza un semicírculo de no sé qué emoción
en el silencio conmovido de mi alma…
 


 
Ode Marítima
 
                                                 A Santa Rita Pintor
 
Sozinho, no cais deserto, a esta manhã de verão,
Olho prò lado da barra, olho prò Indefinido,
Olho e contenta-me ver,
Pequeno, negro e claro, um paquete entrando.
Vem muito longe, nítido, clássico à sua maneira.
Deixa no ar distante atrás de si a orla vă do seu fumo.
Vem entrando, e a manhã entra com ele, e no rio,
Aqui, acolá, acorda a vida marítima,
Erguem-se velas, avançam rebocadores,
Surgem barcos pequenos de trás dos navios que estão no porto.
Há uma vaga brisa.
Mas a minh'alma está com o que vejo menos,
Com o paquete que entra,
Porque ele está com a Distância, com a Manhā,
Com o sentido marítimo desta Hora,
Com a doçura dolorosa que sobe em mim como uma náusea.
Como um começar a enjoar, mas no espírito.
 
Olho de longe o paquete, com uma grande independência de alma,
E dentro de mim um volante começa a girar, lentamente.
 
Os paquetes que entram de manhã na barra
Trazem aos meus olhos consigo
O mistério alegre e triste de quem chega e parte.
Trazem memórias de cais afastados e doutros momentos
Doutro modo da mesma humanidade noutros portos.
Todo o atracar, todo o largar de navio,
É — sinto-o em mim como o meu sangue —
Inconscientemente simbólico, terrivelmente
Ameaçador de significações metafísicas
Que perturbam em mim quem eu fui…
 
Ah, todo o cais é uma saudade de pedra!
E quando o navio larga do cais
E se repara de repente que se abriu um espaço
Entre o cais e o navio,
Vem-me, não sei porquê, uma angústia recente,
Uma névoa de sentimentos de tristeza
Que brilha ao sol das minhas angústias relvadas
Como a primeira janela onde a madrugada bate,
E me envolve como uma recordação duma outra pessoa
Que fosse misteriosamente minha.
 
Ah, quem sabe, quem sabe,
Se não parti outrora, antes de mim,
Dum cais; se não deixei, navio ao sol
Obliquo da madrugada,
Uma outra espécie de porto?
 
Quem sabe se não deixei, antes de a hora
Do mundo exterior como eu o vejo
Raiar-se para mim,
Um grande cais cheio de pouca gente,
Duma grande cidade meio-desperta,
Duma enorme cidade comercial, crescida, apopléctica,
Tanto quanto isso pode ser fora do Espaço e do Tempo?
 
Sim, dum cais, dum cais dalgum modo material,
Real, visível como cais, cais realmente,
O Cais Absoluto por cujo modelo inconscientemente imitado,
Insensivelmente evocado,
Nós os homens construímos
Os nossos cais nos nossos portos,
Os nossos cais de pedra actual sobre água verdadeira,
Que depois de construídos se anunciam de repente
Cousas-Reais, Espiritos-Cousas, Entidades em Pedra-Almas,
A certos momentos nossos de sentimento-raiz
Quando no mundo-exterior como que se abre uma porta
E, sem nada que se altere,
Tudo se revela diverso.
 
Ah o Grande Cais donde partimos em Navios-Nações!
O Grande Cais Anterior, eterno e divino!
De que porto? Em que águas? E porque penso eu isto?
Grande Cais como os outros cais, mas o Único.
Cheio como eles de silêncios rumorosos nas antemanhãs,
E desabrochando com as manhãs num ruído de guindastes
E chegadas de comboios de mercadorias,
E sob a nuvem negra e ocasional e leve
Do fumo das chaminés das fábricas próximas
Que lhe sombreia o chão preto de carvão pequenino que brilha,
Como se fosse a sombra duma nuvem que passasse sobre água sombria.
Ah, que essencialidade de mistério e sentidos parados
Em divino êxtase revelador
Às horas cor de silêncios e angústias
Não é ponte entre qualquer cais e O Cais!
 
Cais negramente reflectido nas águas paradas,
Bulício a bordo dos navios,
Ó alma errante e instável da gente que anda embarcada,
Da gente simbólica que passa e com quem nada dura,
Que quando o navio volta ao porto
Há sempre qualquer alteração a bordo!
 
Ó fugas continuas, idas, ebriedade do Diverso!
Alma eterna dos navegadores e das navegações!
Cascos reflectidos de vagar nas águas,
Quando o navio larga do porto!
Flutuar coino alma da vida, partir como voz,
Viver o momento tremulamente sobre águas eternas.
Acordar para dias mais directos que os dias da Europa,
Ver portos misteriosos sobre a solidão do mar,
Virar cabos longinquos para súbitas vastas paisagens
Por inumeráveis encostas atónitas…
 
Ah, as praias longinquas, os cais vistos de longe,
E depois as praias próximas, os cais vistos de perto.
O mistério de cada ida e de cada chegada,
A dolorosa instabilidade e incompreensibilidade
Deste impossível universo
A cada hora marítima mais na própria pele sentido!
O soluço absurdo que as nossas almas derramam
Sobre as extensões de mares diferentes com ilhas ao longe,
Sobre as ilhas longinquas das costas deixadas passar,
Sobre o crescer nítido dos portos, com as suas casas e a sua gente,
Para o navio que se aproxima.
 
Ah, a frescura das manhãs em que se chega,
E a palidez das manhãs em que se parte,
Quando as nossas entranhas se arrepanham
E uma vaga sensação parecida com um medo
— O medo ancestral de se afastar e partir,
O misterioso receio ancestral à Chegada e ao Novo —
Encolhe-nos a pele e agonia-nos,
E todo o nosso corpo angustiado sente,
Como se fosse a nossa alma,
Uma inexplicável vontade de poder sentir isto doutra maneira:
Uma saudade a qualquer cousa,
Uma perturbação de afeições a que vaga pátria?
A que costa? a que navio? a que cais?
Que se adoece em nós o pensamento
E só fica um grande vácuo dentro de nós,
Uma oca saciedade de minutos marítimos,
E uma ansiedade vaga que seria tédio ou dor
Se soubesse como sê-lo…
 
A manhã de verão está, ainda assim, um pouco fresca.
Um leve torpor de noite anda ainda no ar sacudido.
Acelera-se ligeiramente o volante dentro de mim.
E o paquete vem entrando, porque deve vir entrando sem dúvida,
E não porque eu o veja mover-se na sua distância excessiva.
 
Na minha imaginação ele está já perto e é visível
Em toda a extensão das linhas das suas vigias,
E treme em mim tudo, toda a carne e toda a pele,
Por causa daquela criatura que nunca chega em nenhum barco
E eu vim esperar hoje ao cais, por um mandado obliquo.
 
Os navios que entram a barra,
Os navios que saem dos portos,
Os navios que passam ao longe
(Suponho-me vendo-os duma praia deserta) —
 
Todos estes navios abstractos quase na sua ida,
Todos estes navios assim comovem-me como se fossem outra cousa
E não apenas navios, navios indo e vindo.
 
E os navios vistos de perto, mesmo que se não vá embarcarneles,
Vistos de baixo, dos botes, muralhas altas de chapas,
Vistos dentro, através das câmaras, das salas, das dispensas,
Olhando de perto os mastros, af ilando-se lá prò alto,
Roçando pelas cordas, descendo as escadas incómodas,
Cheirando a untada mistura metálica e marítima de tudo aquilo —
Os navios vistos de perto são outra cousa e a mesma cousa,
Dão a mesma saudade e a mesma ânsia doutra maneira.
 
Toda a vida marítima! tudo na vida marítima!
Insinua-se no meu sangue toda essa sedução fina
E eu cismo indeterminadamente as viagens.
Ah, as linhas das costas distantes, achatadas pelo horizonte!
Ah, os cabos, as ilhas, as praias areentas!
As solidões marítinias, como certos momentos no Pacífico
Em que não sei porque sugestão aprendida na escola
Se sente pesar sobre os nervos o facto de que aquele é o maior dos oceanos
E o mundo e o sabor das cousas tornam-se um deserto dentro de nós!
A extensão mais humana, mais salpicada, do Atlântico!
O Índico, o mais misterioso dos oceanos todos!
O Mediterrâneo, doce, sem mistério nenhum, clássico, um mar pra bater
De encontro a esplanadas olhadas de jardins próximos por estátuas brancas!
Todos os mares, todos os estreitos, todas as baías, todos os golfos,
Queria apertá-los ao peito, senti-los bem e morrer!
 
E vós, ó cousas navais, meus velhos brinquedos de sonho!
Componde fora de mim a minha vida interior!
Quilhas, mastros e velas, rodas do leme, cordagens,
Chaminés de vapores, hélices, gáveas, flâmulas,
Galdropes, escotilhas, caldeiras, colectores, válvulas,
Cai por mim dentro em montão, em monte,
Como o conteúdo confuso de uma gaveta despejada no chão!
Sede vós o tesouro da minha avareza febril,
Sede vós os frutos da árvore da minha imaginação,
Tema de cantos meus, sangue nas veias da minha inteligência,
Vosso seja o laço que me une ao exterior pela estética,
Fornecei-nie metáforas, imagens, literatura,
Porque em real verdade, a sério, literalmente,
Minhas sensações são um barco de quilha prò ar,
Minha imaginação uma âncora meio submersa,
Minha ânsia um remo partido,
E a tessitura dos meus nervos uma rede a secar na praia!
 
Soa no acaso do rio um apito, só um.
Treme já todo o chão do meu psiquismo.
Acelera-se cada vez mais o volante dentro de mim.
 
Ah, os paquetes, as viagens, o não-se-saber-o-paradeiro
De Fulano-de-tal, marítimo, nosso conhecido!
Ah, a glória de se saber que um homem que andava connosco
Morreu afogado ao pé de uma ilha do Pacífico!
Nós que andamos com ele vamos falar nisso a todos,
Com um orgulho legítimo, com uma confiança invisível
Em que tudo isso tenha um sentido mais belo e mais vasto
Que apenas o ter-se perdido o barco onde ele ia
E ele ter ido ao fundo por lhe ter entrado água pròs pulmões!
 
Ah, os paquetes, os navios-carvoeiros, os navios de vela!
Vão rareando — ai de mim! — os navios de vela nos mares!
E eu, que amo a civilização moderna, eu que beijo com a alma as máquinas,
Eu o engenheiro, eu o civilizado, eu o educado no estrangeiro,
Gostaria de ter outra vez ao pé da minha vista só veleiros e barcos de madeira,
De não saber doutra vida marítima que a antiga vida dos mares!
Porque os mares antigos são a Distância Absoluta,
O Puro Longe, liberto do peso do Actual...
E ah, como aqui tudo me lembra essa vida melhor,
Esses mares, maiores, porque se navegava mais devagar.
Esses mares, misteriosos, porque se sabia menos deles.
 
Todo o vapor ao longe é um barco de vela perto.
Todo o navio distante visto agora é um navio no passado visto próximo.
Todos os marinheiros invisíveis a bordo dos navios do horizonte
São os marinheiros visíveis do tempo dos velhos navios,
Da época lenta e veleira das navegaçaes perigosar,
Da época de madeira e lona das viagens que duravam meses.
 
Toma-me pouco a pouco o delírio das cousas marítimas,
Penetram-me fisicamente o cais e a sua atmosfera,
O marulho do Tejo galga-me por cima dos sentidos,
E começo a sonhar, começo a envolver-me do sonho das águas,
Começam a pegar bem as correias de transmissão na minh'alma
E a aceleração do volante sacode-me nitidamente.
 
Chamam por mim as águas,
Chamam por mim os mares.
Chamam por mim, levantando uma voz corpórea, os longes,
As épocas marítimas todas sentidas no passado, a chamar.
 
Tu, marinheiro inglês, Jim Barns meu amigo, foste tu
Que me ensinaste esse grito antiquissimo, inglês,
Que tão venenosamente resume
Para as almas complexas como a minha
O chamamento confuso das águas,
A voz inédita e implícita de todas as cousas do niar,
Dos naufrágios, das viagens longinquas, das travessias perigosas.
Esse teu grito inglês, tornado universal no meu sangue,
Sem feitio de grito, sem forma humana nem voz,
Esse grito tremendo que parece soar
De dentro duma caverna cuja abóbada é o céu
E parece narrar todas as sinistras cousas
Que podem acontecer no Longe, no Mar, pela Noite...
(Fingias sempre que era por uma escuna que chamavas,
E dizias assim, pondo uma mão de cada lado da boca,
Fazendo porta-voz das grandes mãos curtidas e escuras:
 
Ahó ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò — yyyy...
Schooner ahò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò-ò — yyyy…)
 
Escuto-te de aqui, agora, e desperto a qualquer cousa.
Estremece o vento. Sobe a manhã. O calor abre.
Sinto corarem-me as faces.
Meus olhos conscientes dilatam-se.
O êxtase em mim levanta-se, cresce, avança,
E com um ruído cego de arruaça acentua-se
O giro vivo do volante.
 
Ó clamoroso chamamento
A cujo calor, a cuja fúria fervem em mim
Numa unidade explosiva todas as minhas ânsias,
Meus próprios tédios tornados dinâmicos, todos!...
Apelo lançado ao meu sangue
Dum amor passado, não sei onde, que volve
E ainda tem força para me atrair e puxar,
Que ainda tem força para me fazer odiar esta vida
Que passo entre a impenetrabilidade física e psíquica
Da gente real com que vivo!
 
Ah, seja como for, seja para onde for, partir!
Largar por aí fora, pelas ondas, pelo perigo, pelo mar,
Ir para Longe, ir para Fora, para a Distância Abstracta,
Indefinidamente, pelas noites misteriosas e fundas,
Levado, como a poeira, plos ventos, plos vendavais!
Ir, ir, ir, ir de vez!
Todo o meu sangue raiva por asas!
Todo o meu corpo atira-se pra frente!
Galgo pla minha imaginação fora em torrentes!
Atropelo-me, rujo, precipito-me!...
Estoiram em espuma as minhas ânsias
E a minha carne é uma onda dando de encontro a rochedos!
 
Pensando nisto - ó raiva! pensando nisto – ó fúria!
Pensando nesta estreiteza da minha vida cheia de ânsias,
Subitamente, tremulamente, extraorbitadamente,
Com uma oscilação viciosa, vasta, violenta,
Do volante vivo da minha imaginação,
Rompe, por mim, assobiando, silvando, vertiginando,
O cio sombrio e sádico da estrídula vida marítima.
 
Eh marinheiros, gajeiros! eh tripulantes, pilotos!
Navegadores, mareantes, marujos, aventureiros!
Eh capitães de navios! homens ao leme e em mastros!
Homens que dormem em beliches rudes!
Homens que dormem co'o Perigo a espreitar plas vigias!
Homens que dormem co’a Morte por travesseiro!
Homens que têm tombadilhos, que têm pontes donde olhar
A imensidade imensa do mar imenso!
Eh manipuladores dos guindastes de carga!
Eh amainadores de velas, fogueiros, criados de bordo!
Homens que metem a carga nos porões!
Homens que enrolam cabos no convés!
Homens que limpam os metais das escotilhas!
Homens do leme! homens das máquinas! homens dos mastros!
Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
Gente de bonet de pala! Gente de camisola de malha!
Gente de âncoras e bandeiras cruzadas bordadas no peito!
Gente tatuada! gente de cachimbo! gente de amurada!
Gente escura de tanto sol, crestada de tanta chuva,
Limpa de olhos de tanta imensidade diante deles,
Audaz de rosto de tantos ventos que lhes bateram a valer!
Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
Homens que vistes a Patagónia!
Homens que passastes pela Austrália!
Que enchestes o vosso olhar de costas que nunca verei!
Que fostes a terra em terras onde nunca descerei!
Que comprastes artigos toscos em colónias à proa de sertões!
E fizestes tudo isso como se não fosse nada.
Como se isso fosse natural,
Como se a vida fosse isso,
Como nem sequer cumprindo um destino!
Eh-eh-he-he-he-eh-he-he!
Homens do mar actual! homens do mar passado!
Comissários de bordo! escravos das galés! combatentes de Lepanto!
Piratas do tempo de Roma! Navegadores da Grécia!
Fenícios! Cartagineses! Portugueses atirados de Sagres
Para a aventura indefinida, para o Mar Absoluto, para realizar o Impossível!
Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
Homens que erguestes padrões, que destes nomes a cabos!
Homens que negociastes pela primeira vez com pretos!
Que primeiro vendestes escravos de novas terras!
Que destes o primeiro espasmo europeu às negras atónitas!
Que trouxestes ouro, missanga, madeiras cheirosas, setas,
De encostas explodindo em verde vegetação!
Homens que saqueastes tranquilas povoações africanas,
Que fizestes fugir com o ruído de canhões essas raças,
Que matastes, roubastes, torturastes, ganhastes
Os prémios de Novidade de quem, de cabeça baixa,
Arremete contra o mistério de novos mares! Eh-eh-eh-eh-eh!
A vós todos num, a vós todos em vós todos como um,
A vós todos misturados, entrecruzados,
A vós todos sangrentos, violentos, odiados, temidos, sagrados,
Eu vos saúdo, eu vos saúdo, eu vos saúdo!
¡Eh-eh-eh-eh-eh! ¡Eh-eh-eh-eh-eh! ¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
Eh lahô-lahô-laHO-lahá-á-á-à-à!
 
Quero ir convosco, quero ir convosco,
Ao mesmo tempo com vós todos
Pra toda a parte pr'onde fostes!
Quero encontrar vossos perigos frente a frente,
Sentir na minha cara os centos que engelharam as vossas,
Cuspir dos lábios o sal dos mares que beijaram os vossos,
Ter braços na vossa faina, partilhar das vossas tormentas,
Chegar como vós, enfim, a extraordinários portos!
Fugir convosco à civilização!
Perder convosco a noção da moral!
Sentir mudar-se no longe a minha humanidade!
Beber convosco em mares do sul
Novas selvajarias, novas balbúrdias da alma,
Novos fogos centrais no meu vulcânico espirito!
Ir convosco, despir de mim — ah! põe-te daqui pra fora! —
O meu traje de civilizado, a ininha brandura de acções,
Meu medo inato das cadeias,
Minha pacífica vida,
A minha vida sentada, estática, regrada e revista!
 
No mar, no mar, no mar, no mar,
Eh! pôr no mar, ao vento, às vagas,
A minha vida!
Salgar de espuma arremessada pelos ventos
Meu paladar das grandes viagens.
Fustigar de água chicoteante as carnes da minha aventura,
Repassar de frios oceânicos os ossos da minha existência,
Flagelar, cortar, engelhar de ventos, de espumas, de sóis,
Meu ser ciclónico e atlântico,
Meus nervos postos como enxárcias,
Lira nas mãos dos ventos!
 
Sim, sim, sim... Crucificai-me nas navegações
E as minhas espáduas gozarão a minha cruz!
Atai-me às viagens como a postes
E a sensação dos postes entrará pela minha espinha
E eu passarei a senti-los num vasto espasmo passivo!
Fazei o que quiserdes de mim, logo que seja nos mares,
Sobre conveses, ao som de vagas,
Que me rasgueis, mateis, firais!
O que quero é levar prà Morte
Uma alma a transbordar de Mar,
Ébria a cair das cousas marítimas,
Tanto dos marujos como das âncoras, dos cabos,
Tanto das costas longinquas como do ruído dos ventos,
Tanto do Longe como do Cais, tanto dos naufrágios
Como dos tranquilos comércios,
Tanto dos mastros como das vagas,
Levar prà Morte com dor, voluptuosamente,
Um corpo cheio de sanguessugas, a sugar, a sugar,
De estranhas verdes absurdas sanguessugas marítimas!
 
Façam enxárcias das minhas veias!
Amarras dos meus músculos!
Arranquem-me a pele, preguem-a às quilhas.
E possa eu sentir a dor dos pregos e nunca deixar de sentir!
Façam do nieu coração uma flâmula de almirante
Na hora de guerra dos velhos navios!
Calquem aos pés nos conveses meus olhos arrancados!
Quebrem-me os ossos de encontro às amuradas!
Fustiguem-me atado aos mastros, fustiguem-me!
A todos os ventos de todas as latitudes e longitudes
Derramem meu sangue sobre as águas arremessadas
Que atravessam o navio, o tombadilho, de lado a lado,
Nas vascas bravas das tormentas!
 
Ter a audácia ao vento dos panos das velas!
Ser, como as gáveas altas, o assobio dos ventos!
A velha guitarra do Fado dos mares cheios de perigos,
Canção para os navegadores ouvirem e não repetirem!
 
Os marinheiros que se sublevaram
Enforcaram o capitão numa verga.
Desembarcaram um outro numa ilha deserta.
Marooned!
O sol dos trópicos pôs a febre da pirataria antiga
Nas minhas veias intensivas.
Os ventos da Patagonia tatuaram a minha imaginação
De imagens trágicas e obscenas.
Fogo, fogo, fogo, dentro de mim!
Sangue! sangue! sangue! sangue!
Explode todo o meu cérebro!
Parte-se-me o mundo em vermelho!
Estoiram-me com o som de amarras as veias!
E estala em mim, feroz, voraz,
A canção do Grande Pirata,
A morte berrada do Grande Pirata a cantar
Até meter pavor plas espinhas dos seus homens abaixo.
Lá da ré a morrer, e a berrar, a cantar:
 
                Fifteen men on the Dead Man's Chest
                Yo-ho ho and a bottle of rum!
 
E depois a gritar, numa voz já irreal, a estoirar no ar:
 
Darby M’Graw-aw-aw-aw-aw!
Darby M'Graw-aw-aw-aw-aw-aw-aw-aw!
Fetch a-a-aft the ru-u-u-u-u-u-u-u-u-um, Darby!
 
Eia, que vida essa! essa era a vida, eia!
Eh-eh-eh-eh-eh-eh!
Eh-lahô-lahô-laHO-lahá-á-á-à-à!
Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
 
Quilhas partidas, navios ao fundo, sangue nos mares!
Conveses cheios de sangue, fragmentos de corpos!
Dedos decepados sobre amuradas!
Cabeças de crianças, aqui, acolá!
Gente de olhos fora, a gritar, a uivar!
Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
Embrulho-me em tudo isto como numa capa no frio!
Roço-me por tudo isto como uma gata com cio por um muro!
Rujo como um leão faminto para tudo isto!
Arremeto como um touro louco sobre tudo isto!
Cravo unhas, parto garras, sangro dos dentes sobre isto!
Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
 
De repente estala-me sobre os ouvidos
Como um clarim a meu lado,
O velho grito, mas agora irado, metálico,
Chamando a presa que se avista,
A escuna que vai ser tomada:
 
Ahó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó ---- yyyy...
Schooner ahó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó-ó ---- yyyy…
 
O mundo inteiro não existe para mim! Ardo vermelho!
Rujo na fúria da abordagem!
Pirata-mor! César-Pirata!
Pilho, mato, esfacelo, rasgo!
Só sinto o mar, a presa, o saque!
Só sinto em mim bater, baterem-me
As veias das minhas fontes!
Escorre sangue quente a minha sensação dos meus olhos!
Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
 
Ah piratas, piratas, piratas!
Piratas, amai-me e odiai-me!
Misturai-me convosco, piratas!
 
Vossa fúria, vossa crueldade como falam ao sangue
Dum corpo de mulher que foi meu outrora e cujo cio sobrevive!
 
Eu queria ser um bicho representativo de todos os vossos gestos,
Um bicho que cravasse dentes nas amuradas, nas quilhas,
Que comesse mastros, bebesse sangue e alcatrão nos conveses,
Trincasse velas, remos, cordame e poleame,
Serpente do mar feminina e monstruosa cevando-se nos crimes!
 
E há uma sinfonia de sensações incompatíveis e análogas,
Há uma orquestração no meu sangue de balbúrdias de crimes,
De estrépitos espasmados de orgias de sangue nos mares,
Furibundamente, como um vendaval de calor pelo espirito,
Nuvem de poeira quente anuviando a minha lucidez
E fazendo-me ver e sonhar isto tudo só com a pele e as veias!
 
Os piratas, a pirataria, os barcos, a hora,
Aquela hora marítima em que as presas são assaltadas,
E o terror dos apressados foge prà loucura — essa hora,
No seu total de crimes, terror, barcos, gente, mar, céu, nuvens,
Brisa, latitude, longitude, vozearia,
Queria eu que fosse em seu Todo meu corpo em seu Todo, sofrendo,
Que fosse meu corpo e meu sangue, compusesse meu ser em vermelho,
Florescesse como uma ferida comichando na carne irreal da minha alma!
 
Ah, ser tudo nos crimes! ser todos os elementos componentes
Dos assaltos aos barcos e das chacinas e das violações!
Ser quanto foi no lugar dos saques!
Ser quanto viveu ou jazeu no local das tragédias de sangue!
Ser o pirata-resumo de toda a pirataria no seu auge,
E a vítima-síntese, mas de carne e osso, de todos os piratas do mundo!
 
Ser no meu corpo passivo a mulher-todas-as-mulheres
Que foram violadas, mortas, feridas, rasgadas plos piratas!
Ser no meu ser subjugado a fêmea que tem de ser deles!
E sentir tudo isso - todas estas cousas duma só vez — pela espinha!
 
Ó meus peludos e rudes heróis da aventura e do crime!
Minhas marítimas feras, maridos da minha imaginação!
Amantes casuais da obliquidade das minhas sensações!
Queria ser Aquela que vos esperasse nos portos,
A vós, odiados amados do meu sangue de pirata nos sonhos!
Porque ela teria convosco, mas só em espírito, raivado
Sobre os cadáveres nus das vítimas que fazeis no mar!
Porque ela teria acompanhado vosso crime, e na orgia oceânica
Seu espírito de bruxa dançaria invisível em volta dos gestos
Dos vossos corpos, dos vosos cutelos, das vossas mãos estranguladoras!
E ela em terra, esperando-vos, quando viésseis, se acaso viésseis!
Iria beber nos rugidos do vosso amor todo o vasto,
Todo o nevoento e sinistro perfume das vossas vitórias,
E através dos vossos espasmos silvaria um sabbat de vermelho e amarelo!
 
A carne rasgada, a carne aberta e estripada, o sangue correndo!
Agora, no auge conciso de sonhar o que vós fazieis,
Perco-me todo de mim, já não vos pertenço, sou vós,
A minha feminilidade que vos acompanha é ser as vossas almas!
Estar por dentro de toda a vossa ferocidade, quando a praticáveis!
Sugar por dentro a vossa consciência das vossas sensações
Quando tingieis de sangue os mares altos,
Quando de vez em quando atiráveis aos tubarões
Os corpos vivos ainda dos feridos, a carne rosada das crianças
E leváveis as mães às amuradas para verem o que lhes acontecia!
 
Estar convosco na carnagem, na pilhagem!
Estar orquestrado convosco na sinfonia dos saques!
Ah, não sei quê, não sei quanto queria eu ser de vós!
Não era só ser-vos a fêmea, ser-vos as fêmeas, ser-vos as vítimas,
Ser-vos as vítimas — homens, mulheres, crianças, navios -,
Não era só ser a hora e os barcos e as ondas,
Não era só ser vossas almas, vossos corpos, vossa fúria, vossa posse,
Não era só ser concretamente vosso acto abstracto de orgia,
Não era só isto que eu queria ser — era mais que isto, o Deus-isto!
Era preciso ser Deus, o Deus dum culto ao contrário,
Um deus monstruoso e satânico, um Deus dum panteismo de sangue,
Para poder encher toda a medida da minha fúria imaginativa,
Para poder nunca esgotar os meus desejos de identidade
Com o cada, e o tudo, e o mais-que-tudo das vossas vitórias!
 
Ah, torturai-me para me curardes!
Minha carne — fazei dela o ar que os vossos cutelos atravessam
Antes de cairem sobre as cabeças e os ombros!
Minhas veias sejam os fatos que as facas trespassam!
Minha imaginação o corpo das mulheres que violais!
Minha inteligência o convés onde estais de pé matando!
Minha vida toda, no seu conjunto nervoso, histérico, absurdo,
O grande organismo de que cada acto de pirataria que se cometeu
Fosse uma célula consciente — e todo eu turbilhonasse
Como uma imensa podridão ondeando, e fosse aquilo tudo!
 
Com tal velocidade desmedida, pavorosa,
A máquina de febre das minhas visões transbordantes
Gira agora que a minha consciência, volante,
É apenas um nevoento círculo assobiando no ar.
 
                Fifteen men on the Dead Man's Chest.
                Yo-ho-ho and a bottle of rum!
 
Eh-lahô-lahô-laHO ---- lahá-á-ááá ---- ààà…
 
Ah! a selvajaria desta selvajaria! Merda
Pra toda a vida como a nossa, que não é nada disto!
Eu pr'aqui engenheiro, prático à força, sensível a tudo,
Pr’aqui parado, em relação a vós, mesmo quando ando;
Mesmo quando ajo, inerte; mesmo quando me imponho, débil;
Estático, quebrado, dissidente cobarde da vossa Glória,
Da vossa grande dinâmica estridente, quente e sangrenta!
 
Arre! por não poder agir d'acordo com o meu delírio!
Arre! por andar sempre agarrado às saias da civilização!
Por andar com a douceur des mours às costas, como um fardo de rendas!
Moços de esquina — todos nós o somos — do humanitarismo moderno!
Estupores de tísicos, de neurasténicos, de linfáticos,
Sem coragem para ser gente com violência e audácia,
Com a alma como uma galinha presa por uma perna!
Ah, os piratas! os piratas!
A ânsia do ilegal unido ao feroz
A ânsia das cousas absolutamente cruéis e abomináveis,
Que rói como um cio abstracto os nossos corpos franzinos,
Os nossos nervos femininos e delicados,
E põe grandes febres loucas nos nossos olhares vazios!
 
Obrigai-me a ajoelhar diante de vós!
Humilhai-me e batei-me!
Fazei de mini o vosso escravo e a vossa cousa!
E que o vosso desprezo por mim nunca me abandone,
O meus senhores! Ó meus senhores!
 
Tomar sempre gloriosamente a parte submissa
Nos acontecimentos de sangue e nas sensualidades estiradas!
Desabai sobre mim, como grandes muros pesados,
Ó bárbaros do antigo mar!
Rasgai-me e feri-me!
De leste a oeste do meu corpo
Riscai de sangue a minha carne!
Beijai com cutelos de bordo e açoites e raiva
O meu alegre terror carnal de vos pertencer,
A minha ânsia masoquista em me dar à vossa fúria,
Em ser objecto inerte e sentiente da vossa omnivora crueldade,
Dominadores, senhores, imperadores, corcéis!
Ah, torturai-me,
Rasgai-me e abri-me!
Desfeito em pedaços conscientes
Entornai-me sobre os conveses,
Espalhai-me nos mares, deixai-me
Nas praias ávidas das ilhas!
 
Cevai sobre mim todo o meu misticismo de vós!
Cinzelai a sangue a minh'alma!
Cortai, riscai!
 
Ó tatuadores da minha imaginação corpórea!
Esfoladores amados da minha carnal submissão!
Submetei-me como quem mata um cão a pontapés!
Fazei de mim o poço para o vosso desprezo de dominio!
 
Fazei de mim as vossas vítimas todas!
Como Cristo sofreu por todos os homens, quero sofrer
Por todas as vossas vítimas às vossas mãos,
Às vossas mãos calosas, sangrentas e de dedos decepados
Nos assaltos bruscos de amuradas!
 
Fazei de mim qualquer cousa como se eu fosse
Arrastado – ó prazer, ó beijada dor! –
Arrastado à cauda de cavalos chicoteados por vós...
Mas isto no mar, isto no ma-a-a-ar, isto no MA-A-A-AR!
¡Eh-eh-eh-eh! ¡Yeh-eh-eh-eh-eh! ¡Yeh-eh-eh-eh-eh-eh! ¡Todo canta, gritando:
 
         FIFTEEN MEN ON THE DEAD MAN’S CHEST.
         YO-HO-HO AND A BOTTLE OF RUM!
 
¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh! ¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh! ¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
¡Hé-lahô-lahô-la HO-O-O-ôô-lahá-á-á ---- ààà!
 
¡AHÓ-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó ---- yyy!...
SCHOONER AHÓ-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó-Ó ---- yyyy!...
¡Darby M'Graw-aw-aw-aw-aw-aw!
¡DARBY M’DRAW-AW-AW-AW-AW-AW-AW!
FETCH A-A-AFT THE RU-U-U-U-U-UM, DARBY!
 
¡Eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh-eh!
EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH!
EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH!
EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH!
 
EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH!
 
Parte-se em mim qualquer cousa. O vermelho anoiteceu.
Senti de mais para poder continuar a sentir.
Esgotou-se-me a alma, ficou só um eco dentro de mim.
Decresce sensivelmente a velocidade do volante.
Tiram-me um pouco as mãos dos olhos os meus sonhos.
Dentro de mim há só um vácuo, um deserto, um mar nocturno.
E logo que sinto que há um mar nocturno dentro de mim,
Sobe dos longes dele, nasce do seu silêncio,
Outra vez, outra vez, o vasto grito antiquissimo.
De repente, como um relâmpago de som, que não faz barulho mas ternura,
Subitamente abrangendo todo o horizonte marítimo
Húmido e sombrio marulho humano nocturno,
Voz de sereia longinqua chorando, chamando,
Vem do fundo do Longe, do fundo do Mar, da alma dos Abismos,
E à tona dele, como algas, boiam meus sonhos desfeitos…
 
Ahó ó ó ó ó ó ó ó ó ó ---- yy...
Schooner ahò-ò-ò ò ò-ò-ò ò ò ò-ò-ò ---- yy…
 
Ah o orvalho sobre a minha excitação!
O frescor nocturno no meu oceano interior!
Eis tudo em mim de repente ante uma noite no mar
Cheia do enorme mistério humaníssimo das ondas nocturnas.
A lua sobe no horizonte
E a minha infância feliz acorda, como uma lágrima, em mim.
O meu passado ressurge, como se esse grito marítimo
Fosse um aroma, uma voz, o eco duma canção
Que fosse chamar ao meu passado
Por aquela felicidade que nunca mais tornarei a ter.
 
Era na velha casa sossegada, ao pé do rio...
(As janelas do meu quarto, e as da casa de jantar também,
Davam, por sobre umas casas baixas, para o rio próximo,
Para o Tejo, este mesmo Tejo, mas noutro ponto, mais abaixo...
Se eu agora chegasse às mesmas janelas não chegava às mesmas janelas.
Aquele tempo passou como o fumo dum vapor no mar alto…)
 
Uma inexplicável ternura,
Um remorso comovido e lacrimoso,
Por todas aquelas vítimas — principalmente as crianças —
Que sonhei fazendo ao sonhar-me pirata antigo,
Emoção comovida, porque elas foram minhas vítimas;
Terna e suave, porque não o foram realmente;
Uma ternura confusa, como um vidro embaciado, azulada,
Canta velhas canções na minha pobre alma dolorida.
 
Ah, como pude eu pensar, sonhar aquelas cousas?
Que longe estou do que fui há uns momentos!
Histeria das sensações — ora estas, ora as opostas!
Na loura manhã que se ergue, como o meu ouvido só escolhe
As cousas de acordo com esta emoção - o marulho das águas,
O marulho leve das águas do rio de encontro ao cais...,
A vela passando perto do outro lado do rio,
Os montes longinquos, dum azul japonês,
As casas de Almada,
E o que há de suavidade e de infância na hora matutina!...
Uma gaivota que passa,
E a minha ternura é maior.
 
Mas todo este tempo não estive a reparar para nada.
Tudo isto foi uma impressão só da pele, como uma carícia.
Todo este tempo não tirei os olhos do meu sonho longinquo,
Da minha casa ao pé do rio,
Da minha infância ao pé do rio,
Das janelas do meu quarto dando para o rio de noite,
E a paz do luar esparso nas águas!...
Minha velha tia, que me amava por causa do filho que perdeu....,
Minha velha tia costumava adormecer-me cantando-me
(Se bem que eu fosse já crescido de mais para isso)...
Lembro-me e as lágrimas caem sobre o meu coração e lavam-o da vida,
E ergue-se uma leve brisa marítima dentro de mim.
As vezes ela cantava a «Nau Catrineta»:
 
                       Lá vai a Nau Catrineta
                       Por sobre as águas do mar…
 
E outras vezes, numa melodia muito saudosa e tão medieval,
Era a «Bela Infanta»... Relembro, e a pobre velha voz ergue-se dentro de mim
E lembra-me que pouco me lembrei dela depois, e ela amava-me tanto!
Como fui ingrato para ela — e afinal que fiz eu da vida?
Era a «Bela Infanta» ... Eu fechava os olhos, e ela cantava:
 
                       Estando a Bela Infanta
                       No seu jardim assentada...
 
Eu abria um pouco os olhos e via a janela cheia de luar
E depois fechava os olhos outra vez, e em tudo isto era feliz.
 
                       Estando a Bela Infanta
                       No seu jardim assentada,
                       Seu pente de ouro na mão,
                       Seus cabelos penteava…
 
O meu passado de infância, boneco que me partiram!
 
Não poder viajar pra o passado, para aquela casa e aquela afeição,
E ficar lá sempre, sempre criança e sempre contente!
 
Mas tudo isto foi o Passado, lanterna a uma esquina de rua velha.
Pensar nisto faz frio, faz fome duma cousa que se não pode obter.
 
Dá-me não sei que remorso absurdo pensar nisto.
Oh turbilhão lento de sensações desencontradas!
Vertigem ténue de confusas cousas na alma!
Fúrias partidas, ternuras como carrinhos de linha com que as crianças brincam,
Grandes desabamentos de imaginação sobre os olhos dos sentidos,
Lágrimas, lágrimas inúteis,
Leves brisas de contradição roçando pela face a alma…
 
Evoco, por um esforço voluntário, para sair desta emoção,
Evoco, com um esforço desesperado, seco, nulo,
A canção do Grande Pirata, quando estava a morrer:
 
               Fifteen men on the Dead Man's Chest.
               Yo-ho-ho and a bottle of rum!
 
Mas a canção é uma linha recta mal traçada dentro de mim...
Esforço-me e consigo chamar outra vez ante os meus olhos na alma,
Outra vez, mas através duma imaginação quasi literária,
A fúria da pirataria, da chacina, o apetite, quasi do paladar, do saque,
Da chacina inútil de mulheres e de crianças,
Da tortura fútil, e só para nos distrairmos, dos passageiros pobres,
E a sensualidade de escangalhar e partir as cousas mais queridas dos outros,
Mas sonho isto tudo com um medo de qualquer cousa a respirar-me sobre a nuca.
 
Lembro-me de que seria interessante
Enforcar os filhos à vista das mães
(Mas sinto-me sem querer as mães deles)
Enterrar vivas nas illas desertas as crianças de quatro anos
Levando os pais em barcos até lá para verem
(Mas estremeço, lembrando-me dum filho que não tenho e está dormindo tranquilo em casa).
 
Aguilhoo uma ânsia fria dos crimes marítimos,
Duma inquisição sem a desculpa da Fé,
Crimes nem sequer com razão de ser de maldade e de fúria,
Feitos a frio, nem sequer para ferir, nem sequer para fazer mal,
Nem sequer para nos divertirmos, mas apenas para passar o tempo,
Como quem faz paciências a uma mesa de jantar de provincia
com a toalha atirada pra o outro lado da mesa depois de jantar,
Só pelo suave gosto de cometer crimes abomináveis e não os achar grande cousa,
De ver sofrer até ao ponto da loucura e da morte-pela-dor mas nunca deixar chegar lá...
Mas a minha imaginação recusa-se a acompanhar-me.
Um calafrio arrepia-me.
E de repente, mais de repente do que da outra vez, de mais longe, de mais fundo,
De repente – oh pavor por todas as minhas veias!–,
Oh frio repentino da porta para o Mistério que se abriu dentro de mim e deixou entrar uma corrente de ar!
Lembro-me de Deus, do Transcendental da vida, e de repente
A velha voz do marinheiro inglês Jim Barns, com quem eu falava,
Tornada voz das ternuras misteriosas dentro de mim, das pequenas cousas de regaço de mãe e de fita de cabelo de irmã,
Mas estupendamente vinda de além da aparência das cousas,
A Voz surda e remota tornada A Voz Absoluta, a Voz Sem Boca,
Vinda de sobre e de dentro da solidão nocturna dos mares,
Chama por mim, chama por mim, chama por mim…
 
Vem surdamente, como se fosse suprimida e se ouvisse,
Longinquamente, como se estivesse soando noutro lugar e aqui não se pudesse ouvir,
Como um soluço abafado, uma luz que se apaga, um hálito silencioso,
De nenhum lado do espaço, de nenhum local no tempo,
O grito eterno e nocturno, o sopro fundo e confuso:
 
Ahó-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-yyy......
Ahó-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-yyy.........
Schooner ahô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô-ô---yyyy ......…
 
Tremo com um frio da alma repassando-me o corpo
E abro de repente os olhos, que não tinha fechado.
Ah, que alegria a de sair dos sonhos de vez!
Eis outra vez o mundo real, tão bondoso para os nervos!
Ei-lo a esta hora matutina em que entram os paquetes que chegam cedo.
 
Já não me importa o paquete que entrava. Ainda está longe.
Só o que está perto agora me lava a alma.
A minha imaginação higiénica, forte, prática,
Preocupa-se agora apenas com as cousas modernas e úteis,
Com os navios de carga, com os paquetes e os passageiros,
Com as fortes cousas imediatas, modernas, comerciais, verdadeiras.
Abranda o seu giro dentro de mim o volante.
 
Maravilhosa vida marítima moderna,
Toda limpeza, máquinas e saúde!
Tudo tão bem arranjado, tão espontaneamente ajustado,
Todas as peças das máquinas, todos os navios pelos mares,
Todos os elementos da actividade comercial de exportação e importação
Tão maravilhosamente combinando-se
Que corre tudo como se fosse por leis naturais,
Nenhuma cousa esbarrando com outra!
 
Nada perdeu a poesia. E agora há a mais as máquinas
Com a sua poesia também, e todo o novo género de vida
Comercial, mundana, intelectual, sentimental,
Que a era das máquinas veio trazer para as almas.
As viagens agora são tão belas como eram dantes
E um navio será sempre belo, só porque é um navio.
Viajar ainda é viajar e o longe está sempre onde esteve –
Em parte nenhuma, graças a Deus!
 
Os portos cheios de vapores de muitas espécies!
Pequenos, grandes, de várias cores, com várias disposições de vigias,
De tão deliciosamente tantas companhias de navegação!
Vapores nos portos, tão individuais na separação destacada dos ancoramentos!
Tão prazenteiro o seu garbo quieto de cousas comerciais que andam no mar,
No velho mar sempre o homérico, ó Ulisses!
O olhar humanitário dos faróis na distância da noite,
Ou o súbito farol próximo na noite muito escura
(«Que perto da terra que estávamos passando!» E o som da água canta-nos ao ouvido)!…
 
Tudo isto é como sempre foi, mas há o comércio;
E o destino comercial dos grandes vapores
Envaidece-me da minha época!
A mistura de gente a bordo dos navios de passageiros
Dá-me o orgulho moderno de viver numa época onde é tão fácil
Misturarem-se as raças, transporem-se os espaços, ver com facilidade todas as cousas,
E gozar a vida realizando um grande número de sonhos.
 
Limpos, regulares, modernos como um escritório com guichets em redes de arame amarelo,
Meus sentimentos agora, naturais e comedidos como gentlemen,
São práticos, longe de desvairamentos, enchem de ar marítimo os pulmões,
Como gente perfeitamente consciente de como é higiénico respirar o ar do mar.
 
O día é perfeitamente já de horas de trabalho.
Começa tudo a movimentar-se, a regularizar-se.
 
Com un grande prazer natural e directo percorro com a alma
Todas as operações comerciais necessárias a un embarque de mercadorias.
A minha época é o carimbo que levam todas as facturas,
E sinto que todas as cartas de todos os escritórios
Deviam ser endereçadas a mim.
 
Um conhecimento de bordo tem tanta individualidade,
E uma assinatura de comandante de navio é tão bela e moderna!
Rigor comercial do principio e do fim das cartas:
Dear Sirs — Messieurs — Amigos e Snrs,
Yours faithfully –... nos salutations empressées...
Tudo isto é não só humano e limpo, mas também belo,
E tem ao fim um destino marítimo, un vapor onde embarquem
As mercadorias de que as cartas e as facturas tratam.
 
Complexidade da vida! As facturas são feitas por gente
Que tem amores, ódios, paixões políticas, às vezes crimes —
E são tão bem escritas, tão alinhadas, tão independentes de tudo isso!
Há quem olhe para uma factura e não sinta isto.
Com certeza que tu, Cesário Verde, o sentias.
Eu é até às lágrimas que o sinto humanissimamente.
Venham dizer-me que não há poesia no comércio, nos escritórios!
 
Ora, ela entra por todos os poros... Neste ar marítimo respiro-a,
Porque tudo isto vem a propósito dos vapores, da navegação moderna,
Porque as facturas e as cartas comerciais são o princípio da história
E os navios que levam as mercadorias pelo mar eterno são o fim.
 
Ah, e as viagens, as viagens de recreio, e as outras,
As viagens por mar, onde todos somos companheiros uns dos outros
Duma maneira especial, coino se um mistério marítimo
Nos aproximasse as almas e nos tornasse um momento
Patriotas transitórios duma mesma pátria incerta,
Eternamente deslocando-se sobre a imensidade das águas!
Grandes hotéis do Infinito, oh transatlânticos meus!
Com o cosmopolitismo perfeito e total de nunca pararem num ponto
E conterem todas as espécies de trajes, de caras, de raças!
 
As viagens, os viajantes -tantas espécies deles!
Tanta nacionalidade sobre o mundo! tanta profissão! tanta gente!
Tanto destino diverso que se pode dar à vida,
À vida, afinal, no fundo sempre, sempre a mesma!
Tantas caras curiosas! Todas as caras são curiosas
E nada traz tanta religiosidade como olhar muito para gente.
A fraternidade afinal não é uma ideia revolucionária.
É uma cousa que a gente aprende pela vida fora, onde tem que tolerar tudo,
E passa a achar graça ao que tem que tolerar,
E acaba quasi a chorar de ternura sobre o que tolerou!
 
Ah, tudo isto é belo, tudo isto é humano e anda ligado
Aos sentimentos humanos, tão conviventes e burgueses,
Tão complicadamente simples, tão metafisicamente tristes!
A vida flutuante, diversa, acaba por nos educar no humano.
Pobre gente! pobre gente toda a gente!
 
Despeço-me nesta hora no corpo deste outro navio
Que vai agora saindo. É um tramp-steamer inglês,
Muito sujo, como se fosse um navio francês,
Com um ar simpático de proletário dos mares,
É sem dúvida anunciado ontem na última página das gazetas.
 
Enternece-me o pobre vapor, tão humilde vai ele e tão natural.
Parece ter um certo escrúpulo não sei em quê, ser pessoa honesta,
Cumpridora duma qualquer espécie de deveres.
Lá vai ele deixando o lugar defronte do cais onde estou.
Lá vai ele tranquilamente, passando por onde as naus estiveram
Outrora, outrora...
Para Cardiff? Para Liverpool? Para Londres: Não tem importância.
Ele faz o seu dever. Assim façamos nós o nosso. Bela vida!
Boa viagem! Boa viagem!
Boa viagem, meu pobre amigo casual, que me fizeste o favor
De levar contigo a febre e a tristeza dos meus sonhos,
E restituir-me à vida para olhar para ti e te ver passar.
Boa viagem! Boa viagem! A vida é isto...
Que aprumo tão natural, tão inevitavelmente matutino
Na tua saída do porto de Lisboa, hoje!
Tenho-te uma afeição curiosa e grata por isso...
Por isso quê? Sei lá o que é!... Vai... Passa...
Com um ligeiro estremecimento,
(T - t -- t --- t ---- t ----- t ...)
O volante dentro de mim, pára.
 
Passa, lento vapor, passa e não fiques...
Passa de mim, passa da minha vista,
Vai-te de dentro do meu coração,
Perde-te no Longe, no Longe, bruma de Deus,
Perde-te, segue o teu destino e deixa-me...
Eu quem sou para que chore e interrogue?
Eu quem sou para que te fale e te ame?
Eu quem sou para que me perturbe ver-te?
Larga do cais, cresce o sol, ergue-se ouro,
Luzem os telhados dos edificios do cais,
Todo o lado de cá da cidade brilha...
Parte, deixa-me, torna-te
Primeiro o navio a meio do rio, destacado e nítido,
Depois o navio a caminho da barra, pequeno e preto,
Depois ponto vago no horizonte (ó minha angústia!),
Ponto cada vez mais vago no horizonte...,
Nada depois, e só eu e a minha tristeza,
E a grande cidade agora cheia de sol
E a hora real e nua como um cais já sem navios,
E o giro lento do guindaste que como um compasso que gira,
Traça um semicirculo de não sei que emoção
No silêncio comovido da minh'alma...
 
 
Fernando Pessoa, “Álvaro de Campos” en Un corazón de nadie. Antología poética (1913-1935) (Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2017), 350-413.