hacer brotar un mundo de la nada
pero no por razones de peso
por fregar solamente —por joder
desafinarle la guitarra al padre
masturbarse con pétalos de rosa
tonsurar a los hermanos menores
escribir aforismos en las murallas
asaltar a un anciano decrépito
discutir con los Doctores de la Ley
disparar pelotillas al sacerdote
durante el desarrollo de la misa solemne
simular un ataque epiléptico
mientras alza la hostia consagrada
hacerse el cucho en un accidente de tráfico
expectorar en la capilla ardiente
acariciar un gatito romano
abrochar y desabrochar el marrueco
—si les parece me lo vuelvo a desabrochar—
demoler el Hospicio
postergar indefinidamente la noche de bodas
seguir un curso por correspondencia
crucificar a Cristo Jesús
contraer una Enfermedad Venérea
someterse a un Examen de Orina
operarse de Cáncer a los Riñones
agobiar a los Padres de la Iglesia
con preguntas que no vienen al caso
cocinar un sombrero de cura
a vista y paciencia de la Santa Sede
pronunciar un discurso patriótico
pero no por razones de peso
por fregar —solamente por joder
Señoras y Señores aunque no vengo preparado...
masacrar a quemarropa a la familia del Zar
incendiar la Biblioteca de Alejandría
descuartizar mujeres embarazadas
al más puro estilo Lyndon B. Nixon
aquí no se respeta ni la ley de la selva
Nicanor Parra, “Hojas de Parra” en El último apaga la luz (Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial, 2019), 275-6.