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Veo los años,
los mismos que ahora escucho volver a mí esta tarde
colgados de sotanas,
espantajos oscuros,
henchidos como cerdos de pez muerta que fueran
navegando,
dejando tras de sí una cola de tinta goteada de
esperma sucia y vómito.
Oigo cómo me invaden crucifijos,
despiadadas penumbras de toses con rosarios y
vía-crucis
y un olor a café,
a desayuno seco,
descompuesto en las bocas tibias de los
confesionarios.
No es posible que vuelva este mismo paisaje,
que reconquiste ni por un momento su sueño
embrutecido de moscas,
formol y humo.
No es posible otra vez este retrete sórdido de hábitos
con eructos y sopa de tapioca.
No es posible,
no quiero,
no es posible querer para vosotros la misma infancia
y muerte.
Rafael Alberti, Vivir poco y llorando (Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial, 2018), 42-3.