Levantarme a las cuatro de la mañana sin haber pegado ojo;
así que, presa de una irrefrenable decisión brechtiana,
me puse los calzoncillos.
En otra parte, ¡mundo! eran las diez de la noche y, en otra parte
aún, las diez de la mañana: pero aquí
Vé, vé hombre, vé, sigue tu inspiración;
los calzoncillos, los calcetines;
el traje negro aconsejado por madre o esposa.
Si las ventanillas de mi nariz son grandes
bajo la frente huesuda y el pelo un poco asquerosamente ondulado
Aspiré aire de mar, ¡Aire de mar!
curioso. Mañana, calculaba -que siempre es doble
la inspiración brechtiana- y yo estaba obsesionado-
la televisión
Donde, oh mundo, eran las diez de la mañana, un muchacho
era muerto, y acaso mil: pero, por el momento,
no debía preocuparme de ello
Ve hombre, vé: vé a decir con cuánto trabajo
te pusiste los calzoncillos
Ahí afuera, en el hielo, donde las vidas anónimas
tan bien conocen el color vítreo del aire;
estaban ateridos; no habían dormido
¡Ecce homo! Todo yo estoy aquí.
¿Qué os esperabais? Mi cara -
No han elegido a un superior ¡sino a uno de sus pares!
¡Por primera vez en la historia de las democracias!
Sí, sí: tengo su misma cara: que no expresa nada
sino una voluntad media, y no ocuha
chabacanerías corporales
No soy un tipo importante
No quisieron elegir a un hombre superior;
sino a un ignorante como ellos; con su cara-
tal vez demasiado, e involuntariamente, expresiva
un hombre con el que se orina en los urinarios como si fuera un hermano
Y entonces, a qué esperan esos idiotas
para matarme (o, por lo menos, para escupirme a la cara)
La inspiración es profunda
Yo estoy sobre mi como el sol sobre el rebaño
Si Ellos eligieron Presidente,
por primera vez, repito, en la historia de las democracias
a uno de sus pares, también es cierto,
a fuer de sincero, que a muchos de ellos yo soy inferior:
por eso me desprecian como a un perro bastardo
que no se sabe donde ensucia: ¡como pequeño burgués
no he nacido dentro del Conocimiento! Podia tranquilamente,
como vuestros padres, quedarme fuera de él,
ser un buen norteamericano-
Qué me empujó poco antes del alba,
que ahora trae aquí papelotes a flor de las aguas frías e inhóspitas,
a ponerme los calzoncillos
Hay una gran Verdad
y es su ansia lo que no me dejó dormir
como un bendito. La Verdad,
bueno, no se puede decir, ya sabéis, muchachos.
Y por eso callo; y todo lo que me viene a los labios
son dos paliques: el agua sucia, os comprendo,
qué tal chicos, buen tiempo pero frío, hum ... etc.
Así es cómo la Verdad,
cuando es profundamente sentida, se expresa.
Por lo demás, ella comprende todo lo cognoscible y todo lo humano:
Ellos, los auténticos superiores[1], son los únicos que la pueden decir...
Podría acaso yo, un abogaducho embutido
por madre o esposa en trajes negros
La explotación no es explotación,
la guerra no es guerra,
un soldado muerto no es un soldado muerto;
precisamente hay algo más, es decir... aquella Verdad.
La Verdad que me hizo levantar de madrugada como un papa,
y venir a tiritar aquí,
como en una campaña electoral,
porque luego mañana prensa y televisión.
Yo creo en todo lo que mis superiores, Aquéllos
que nacieron en el Conocimiento, y mis pares,
que, por fin, me eligieron por ser uno de ellos,
y entonces, idiotas,
¿A qué esperáis para matarme o, por lo menos, para escupirme a la cara?
Pero como yo estoy fuera de mi, Nixon que se aparece a Nixon,
una verdad que comprende mi Verdad y vuestra Verdad...
Somos igual de ignorantes, yo y vosotros.
Habla ahora en mí la gran piedad de la verdad con v minúscula:
la que tiene palabras
y que yo, aquí, parado como un idiota ante vosotros
(el agua sucia, yo os comprendo, hallo chicos,
buen tiempo pero algo frío).
Pobres ateridos, encogidos,
que valéis porque hay otros muchos iguales a vosotros detrás vuestro,
y sin el grupo moriríais;
que iréis por caminos que llevan al sitio de donde yo partí;
soberbios por el gran número que os da razón y al que dais razón,
soberbios de vuestra pobreza,
soberbios de los andrajos y los sacos
en que os revolcáis como profesionales
para protegeros del justo hielo de la noche;
soberbios por ser dueños de esta luz
que oprime el cielo desde su fondo, para devolver color
un color inexistente que, luego,
deviene viejo azul por las golondrinas hambrientas.
Soberbios del sentimiento que compartís con humildad;
soberbios de ser simples ciudadanos jóvenes y anónimos;
y apegados también vosotros, vosotros también a una Verdad con V
mayúscula,
que provoca ansiedad. desvela y no sale del gaznate,
no tiene palabras. Es una luz que no sale,
como la de este sol del Estado de Washington, el 7 de mayo de 1970.
Y, efectivamente, también vosotros balbuceáis,
balbuceamos, muchachos: HABLAMOS DE ESTO Y DE LO OTRO,
pero no sabemos decir nada más;
así pues, ignorancia contra ignorancia;
que si así no fuera vuestra palabra se alzaría
eo este jardín como la de un Profeta en el desierto
y yo rodaría por el suelo con este cuerpo mío tan cheap, como un perro,
por el suelo, entre la basura y el hielo de las aguas artificiales,
llorando por quien es explotado y muerto,
y viendo por primera vez todos los muertos del Vietnam;
pero, en cambio, me vuelvo a casa,
y vosotros mañana hablaréis en la televisión:
otra lengua, incluso ésta de la Verdad que no tiene palabras.
Así que debo guiñaros el ojo, somos cómplices.
Pues bien, pobres muchachos, rígidamente vestidos según vuestras
reglas,
guardaos vuestra inocencia,
que yo me guardo la mía: con tela negra de poco precio sobre el cuerpo;
no es culpa vuestra si no sabéis hablar como los escasos profetas;
y yo no rodaré por el suelo
no hay explotados,
no hay muertos;
El Vietnam no es más que un sueño, la realidad es que hay que combatir
por las razones que Ellos saben; y su saber
es la gracia caída sobre el mundo por lo cual su historia es la única
historia
para la que jamás hay verdadera alternativa, jamás;
vosotros no podéis oponer nada más que vuestro llanto.
11 de mayo de 1970
[1] ¿La CIA?
Pier Paolo Pasolini
Pier Paolo Pasolini, Transhumanar y organizar (Madrid: Visor de Libros, 2002), 162-166.