¿dónde puedo encontrar las intenciones del uso-palabra en su enfermedad?
¿en la lava amarilla que juega en un mar latoso de viejos ladridos sin oídos?
¿en la mirada petrificada de la estatua de algún tipo muerto que vivió dormido?
¿en la mañana arrugada por el peso de nuestros fantasmas podridos que nos llevan al suicidio?
me pregunto todo eso mientras las bacterias hacen su trabajo en la clandestinidad,
se agrupan para perseguir la puta vida de salubridad en los hospitales del Estado
o entre los pliegues de tu alma enajenada (y no por la edad)
se meten, escondidas, en los suspiros de los visitantes,
para, sigilosamente, dejarse caer por la ranuras de las camas, en los estantes,
y suben por ellas hasta los cosificados enfermos, cuando nadie les lee los proverbios
(están en alianza con sus viejos amigos, los antibióticos vencidos)
así son las carepichas, no tiene consciencia de clase las susodichas
se agrupan en las noches para cenar la carne de los vivos
mientras sus hijos comen a los obreros dormidos en prehistóricos sentidos
(marchando con sindicatos en cómodos sillones televisivos)
(o viendo el partido, en donde siempre pierdes algún estúpido sentido)
o cuando la maldita televisión nos ve sentados sin mover la visión
y nos tira los perniciosos rayos de sida de la misma ideología
por las pupilas de tu supuesta historia olvidada ¿o sentida?
por los cañazos de crack y cocaína
y cuando querés dormir con los tubos que ayudan a soñar
terminas leyendo los textos santos de algún supremo líder
y te crees la mismísima reencarnación del abuelo de una tribu,
y terminas oliendo thinner
¿a quién le importa tu estúpida locación?
ya caíste en otra infección: estás enfermo de nación
alguien escondió el botiquín de la humanidad
ya no aparecen las asambleas de la libertad
ni los gritos de tus amigos de verdad
solo tenés la dosis de adrenalina sin totalidad
por eso estamos podridos y supuestamente vivos
y los sentidos se ven perdidos en los caminos
por fuera, te ves con si fueras una ciencia,
por dentro, tenés miles de bacterias