Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fueran
ridículas.
En mis tiempos también escribí cartas de amor,
como las demás,
ridículas.
Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.
Pero, en fin,
sólo las criaturas que no han escrito nunca
cartas de amor
son las que son
ridículas.
Quién volviera a aquel tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.
La verdad es que hoy
mis recuerdos
de esas cartas de amor
son lo que son
ridículos.
(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículos.)
Fernando Pessoa, *Un corazón de nadie. Antología poética (1913-1935) *(Barcelona: Galaxia Gutenberg S.L., 2017): 483, 485.