Anna Andréyevna Ajmátova (1889, Russian Federation - 1966, Russian Federation)
Anna Ajmátova
ANNA AJMÁTOVA (1889-1966), pseudónimo de Ana Andreievna Gorenko, nació cerca de Odessa, en Ucrania. Con veintitrés años publicó su primer libro de poemas, La tarde. En 1934 su primer marido, el también poeta Gumilev, fue acusado de actividades contrarrevolucionarias y murió fusilado. Muchos de sus amigos poetas fueron enviados a los gulags de Stalin, y Ajmátova vio cómo la mayoría de sus seres queridos morían, eran condenados a prisión o enviados al exilio, entre ellos su único hijo, Lev. Tras años en el centro de la diana del terror estalinista, fue encarcelado en 1938, acusado de terrorismo. Durante diecisiete meses, Ajmátova hizo cola todas las mañanas ante la cárcel de Leningrado para saber si seguía con vida. De esta experiencia nacería uno de sus poemas más hermosos, Réquiem, recogido en el presente volumen y publicado en 1963, el mismo año en que se le concedió el Premio Internacional de Literatura. Esta selección, en la versión del Premio Nacional de Traducción José Luis Reina Palazón, incluye también otros poemas en los que Ajmátova desnuda el espíritu ruso mientras canta al desamor, al paso del tiempo y al dolor de ver la propia patria sometida al terror más feroz. Su obra, prohibida en Rusia durante muchos años, es uno de los principales testimonios literarios de la turbulenta historia del país.
José Luis Reina Palazón, "Anna Ajmátova" en He leído que no mueren las almas (Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial, 2018), 4.
Recuerdo de Nicolás Punin
Y aquel corazón tampoco responderá
a mi voz, a su alegría o aflición despierta.
Todo terminó... Y mi canción resonará
donde ya nada queda de ti, en la noche desierta.
Anna Ajmátova, He leído que no mueren las almas, ed. María Paz Ortuño, trad. José Luis Reina Palazón (Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial, 2018), 39....
Visita nocturna
Todos salieron y ninguno volvió.
En un asfalto por las hojas ya jalde
no habrás de esperarme.
Yo contigo en el adagio de Vivaldi
volveré a encontrarme.
Otra vez serán las candelas amarillo-parco...
A la muerte
8
¿Por qué no pues ahora –tú que seguro llegas?
Te espero –muchas son mis desgracias.
Ya apagué la luz y abrí la puerta,
a ti, cosa simple y extraña.
Toma para ello no importa qué aspecto.
Irrumpe tal proyectil envenenado,...