4 a.m. de un día cualquiera

Laverne

Hoy no quiero derrocar la espera en lo sublime.
 
Solo quiero tocar aquellos momentos memorables.
 
Decirte: ayer circulé entre la encrucijada de los tombos
                y me sentí seguro en la furia
                que vi en los míticos ojos tuyos.
 
Hoy que estoy medio sublevado en lo ordinario,
quiero declamar unas cuantas mentiras de pacotilla,
                        para sentirme redimido en la miseria.
 
Quiero ser solo yo y mi mente, y la nada.
 
Quiero construir el cómo, y ver como cae sobre sí la repetición,
           para saber como la perturbación violenta
           nos fulminó el pasado a los dos.
 
Las heroicas situaciones mantienen la hierva
     a un punto inconcebible para los hippies de mierda.
 
No quiero consumirme en la fantasía sin compañía,
quiero llegar antes de lo esperado a tu sonrisa
               y seguir serio para no brindar
               antes de lo esperado.
 
En esos oscuros sillones quiero dormir hacinado
    y abrirte la maleta al pasado oscuro de las esquinas
    donde las birras baratas se conjugan con una amistad milenaria
    donde los compas del barrio se convierten en nuevos hermanos.
 
Solo quiero sonreír en la ira que escupen tus lágrimas.
 
Llamar al pecado para que sienta la espera de morir
                                  pensando en un alma sin amor.
 
Animar a los tristes festines de los richacones
      para brindar en su estupidez,
      y ver la sinceridad de nuestra natural
      violencia a la injusticia de los millones.
 
Hoy se me ha activado la desesperación de vivir
                         en los límites de la enajenación.
 
Siento el ácido de la espera de lo imposible.
 
Ayer leí sobre la mentira y la muerte,
        y mi corazón se escondió
       abajo del sentimiento de indignación.
 
Ahora creo que lo que nos unes son
                     las palabras sin verbos,
                     los sonidos de dolor universal,
                     aquello que nos separa de las máquinas.
 
Cuando vuelvo a ver caer violentamente
                     en la falsedad de la espera,
   y realmente creo que seguiremos
   los caminos absurdos de la indiferencia,
saco unos pedazos de carne
         y los riegos en la memoria
         de los pasos traqueados
         por videos que conmueven
         el alma a través de los
         televisores caducos
        de generaciones pasadas,
entreno la espera a volver
        a sentir la gloria del amanecer
        junto a una sonrisa y un deseo.