Enviándole Sabiduría
NINGUNO de vuestros aduladores de hoy ha conocido – mejor que yo el orgullo de admirar vuestra gloria, – vuestro nombre me embriagaba como un nombre de victoria – amaba vuestra obra con ingenuo amor.
Luego, la verdad me puso delante al mundo, desnudo. –Amo a Dios, a su Iglesia, y creo que a mi vida – todo lo que vos tenéis por irrisorio – y en vos aborrezco la serpiente reconocida.
Como vos he cambiado. Pero de otra manera – pequeño como soy, tenía derecho – a una evolución, la buena, la última.
Por fin, ya sé, ¡oh, maestro!, la alabanza que os debe – el entusiasmo antiguo: hela aquí franca, amplia, – ya que me fuiste dulce en horas de amargura.
Paul Verlaine, “Dedicatorias” en Fiestas galantes (Sevilla: Editorial Renacimiento, 2007), 210-1.