Amaneceres soleados

Laverne

Hoy llegué con un estallido de bomba en mi mente
como si desde mi individualidad pudiera contraatacar
una explosión inevitable en mi sala de hombre sólo.
 
Lo tengo todo almacenando en un saco de pensamientos.
 
Pues te tengo en mi espíritu conspirativo, me dañas la vista.
Y la bolsa se agita, como cocinando una respuesta
como en un saco lleno de serpientes venenosas.
Y me ves con esa mirada y empiezo a sentir
la revolución de nuestra compañía incendiaria.
 
El saco cae y se abre, salen flores rojas.
 
Entonces decidís encender la discordia del tema.
Y yo como "sectario" tomo mis tesis anti-oportunistas
y reis y reis con esas forma bella de ser vos,
yo sigo creyendo en la derrota y veo esos ojos azules
diciéndome que tenemos que repetir lo irrepetible.
 
Y las flores se secan cuando se les sale la sangre,
al verte llorar, angustiada de las horas de la vida,
y empieza a cocinarse en un conjuro mágico de humano,
en el mar de mis conceptos e imágenes de viejos
y tortuosos caminos que no llegan a concretarse.
 
Sinceramente me siento enfrentado y consultado,
algunos texto caen del cielo de mi ira, y los veos transparentes.
Me tiras algunos besos desinteresados
pero yo como niño malcriado, no logro ocultar
mis contradicciones de hombres en liberación
y eso es lo que me duele en el alma, yo lo que reclamo
es sentarnos a escribir hojas en un papel continuo, uniforme.
 
Entonces las hojas caen en el piso lleno de sangre
y se empiezan a dibujar unos versos preciosos,
como diciéndote: mira a este hombre que busca
respuesta en torres de papel y te ve entre líneas,
¡como si todas las respuesta estuvieran escritas!
 
Quiero tener noches interminables de concreciones.
Pero para eso dudé de mi existencia.
Le volví a consultar verdades incomodas a un amigo,
porque no soy yo un animal que pueda salir de la colmena
si tocarle la puerta a otros seres, para no tirar la vida
como cualquier otro animal inferior en crisis.
 
Entonces las hojas se unen entre ellas como papel mojado
y se empiezan a dibujar las venas y la columna vertebral
de un hombre furioso, enamorado de sus palabras,
furioso de verte marchitarte sola en cuarto oscuro,
dejando ocultas palabras que necesitan decirse a gritos.
 
Soy un animal que se obliga a acuerparse en la colectividad
impulsado por los instintos más nobles de nuestra especie.
El instinto de la conciencia de que estamos en una lucha
por entender tus labios agresores, critica a la tristeza lenta.
 
Entonces, el niño malcriado, se vuelve en un serio adulto
con mirada leninista, con responsabilidad por sus pensamientos
y las letras que salen articuladas desde su cima de hombre
hacía el largo camino de la conjugación gramatical de su lengua.
 
Salen algunos colores de la boca, sin tener coherencia estructural,
los colores que tomas entre tu lenguaje cuando te los empujo con mi lengua
con mis ganas de tocarte la piel, y verte dormir, verte la espalda y besarte
mietras tenés esos extraños sueños que te dejan indefensa.
 
El cuerpo papel, se vuelve carne, la columna vertebral
se inserta en esta masa roja, y la piel es dibujada
por las partes blancas que se tiran hacia afuera
y quedo desnudo ante tus ojos, quedan desnudas mis palabras.
 
Mujer, tenés que volver a ver los ojos de la mujer de siete prisiones.
La que fue tirada desde un rio como si pudiera vivir sin recuerdos.
La que lloró por la tortura de un simple animal inferior desesperado,
no por su maldita vida miserable de látigos y tristezas,
sino porque en sus ojos estaba metido el sufrimiento de la humanidad entera.
 
Ahí está la esperanza de los eternos amaneceres soleados.
En esa gran responsabilidad está la alegría de ser humano.