Matrimonios colectivos

Laverne

(poliandria)
 
 Aquel día cuando caminaba en una empinada cuesta lasciva
hacía la cima de los destellos de la felicidad del encuentro.
Aquel día en donde gozaba de la resonada alegría corrosiva,
creía que la rima de los bellos de la amistad del entorno
podía romper tu risa de vidrios incompletos reciclados
en gritos sin sonido, en abrazos sin manos, en besos sin labios.
 
Esa lucha de creerme hombre sin sistemas retrogradas.
 
El nombre de un árbol divino me visita las noches interminables
al son de un continuo ciclo de pensamientos que desaparecen
como la lira de un frustrado amanecer de madrugada que se evanece,
amanecer de dos o tres de la mañana y los ojos vivos en el cielo raso
y veo las imágenes de matrimonios colectivos y mi asombrada
estupidez se ríe de mi mismo y los reproductores de familias burguesas.
 
Necesito urgentemente un cigarro, porque he decidido
sentir la derrota entre copas y ausencias auto-provocadas
tengo al hombre viejo que me toca las venas saturadas
la ganas de verte leer la vida en tiempos lejanos, sola,
pero cuando puedas tirate a la infamia de no querer a uno solo hombre
en contradicción constante del egoísmo de los celos
cochinadas de un ser fijado en la propiedad básica, privada,
para ser común, ser amores insólitos, diciendo,
en tu boca palabra, que te extrañé ayer con el frío igual que a otro.
 
¿Cómo te puedo extrañar?
 
¿Acaso no amas a otros humanos libres?
 
(¿existentes o imaginario?)
 
Te veo sentada con las manos en la mesa
como cualquier interpretación histórica
desligada de la carne que te hizo crecer
un poco borracha de las luces de las letras
y vuelve la imagen maldita de tus labios.
 
¿Estoy metido en la objetividad histórica?
 
¿Simplemente seré un payaso?
 
¿Estaré desligado de la praxis revolucionaria?
 
Hoy te imagino desde el amor más contrarrevolucionario.
 
Sufro con las sociedades primitivas de nuestra especie.