El sol parece morir
entre la gloria barata,
veo gente drogada
con este falso sublime,
y yo estoy,
imaginándolos desde casas oscuras,
viéndolos repetir los discursos del pasado,
los miro,
desde la dulce hora
de una amistad borrosa,
un sábado en la tarde
en esta ciudá.
Hoy, en el camino nacionalista, ya nada acaba...
ni los versos, ni la esperma, ni las ganas...
la desesperación cae al desasosiego,
y yo,
prisionero de la espera y la derrota,
predigo que la puesta del astro
redimirá algunos odios extraños,
que nos llevaran,
nuevamente,
a la erección de nuevas (ver)jergas
nocturnas.
Vení a la posadera en una hora,
bebé de un nuevo sentir humano,
para luego dormir del tumulto
de las manos y los sonidos.
Veamos fuerzas en la
mañana del desprecio,
y creamos eso
aunque no sea verdad.
Aquí estamos sudando
la gorda gota del olvido.
Vení a saludar a estas mañanas oscuras;
glorias que pasan, luego,
a un domingo de resurrección.
Así estamos.