Estoy lleno de luchas y ciudades.
Silba en mi corazón el ruido vivo
del metal que trabaja.
Poblado estoy de pueblos y crepúsculos.
Hasta la piedra llega, me despierta las venas
y me habla...
Pero el hombre, madera, piedra, hierro,
el hombre, ¿dónde canta?
El hombre, ¿dónde vive, dónde sufre,
dónde agoniza el hombre?
¿Dónde, máquinas,
dónde, mares, crepúsculos, trabajos?
¿De qué me sirve esta ciudad ilímite,
si no encuentro despierto al hombre,
lo que amo?
Dadme al hombre, metales, dadme al hombre.
Entero. Libre. Fraternal. Impávido.
Jorge Debravo, “Los despiertos”, en Los despiertos guerrilleros (San José: Editorial Costa Rica, 2017), 32.