Chichicastenango

Luis Cardoza y Aragón

Diurno sonámbulo
—qué cerca yo ¡tan lejos!—
llego, casi, a Chichicastenango,
como quien llega a una estela con entrañas.
 
A tu códice en ascuas
bajé de brujerías y lentos encinares.
La Serpiente Emplumada
enróscase en noches de campanas.
 
Llego, casi, a tus buzos astronautas,
entrando a mediodía en tu obsidiana,
en donde desperézanse los saurios
y creó el hombre la primera fogata.
 
Con los penúltimos turistas gringos,
leyendo el Popol Vuh
y otros poemas de science-fiction,
fuéronse en este instante los asirios.
 
Entre paredes sin ventanas,
a los abuelos colma ola de sombra,
mientras los coroneles tu corona
hurgan en mis entrañas, piedra de sacrificios.
 
Colibrí, chispa cósmica de Tiempo,
metafísica súbita de pólvora.
Pájaro muerto, caracol del viento,
dulce dardo de trinos.
 
Yerta semilla, lumbre medusada,
a veces te imagino como úlcera
deflagrada en domingos. Como una
llaga de mitos. Como una momia sonámbula.
 
En tu raíz invicta, con tu copa callando,
trágica rosa honda, rosa exacta, soñando cantas, cantas
lejos de las sotanas bandoleras y de las charreteras
vomitándose sobre tu insumisa centella.
 
Ya no cierran tus párpados
tu sueño cejijunto,
deslumbrante y oscuro,
como de luto fósforo.
 
Agua de los hisopos
te apagan el ombligo.
¿Recoges en las charcas las estrellas?
¿Ha caído tu frente a los tobillos?
 
La voz se vuelve arena
Y al sol lo arrastran las hormigas.
Lapidan golondrinas instantáneas
la tarde anaranjada mente intrínseca.
 
Desolado polen, duna de luna,
perplejo escalofrío de un sueño de crisálidas,
azar de olvidos y vigilias fáusticas,
contigo voy y Antigua, hacia mi cuna.
 
Barre plegarias piras, ciegos himnos,
la marejada de la noche terca.
¡Ah, qué lejos del mar los negros pinos,
los encinares negros!
 
¡Qué lejos yo tan cerca!
 
 
Luis Cardoza y Aragón, Quinta estación (San José: Editorial Universitaria Centroamerica, 1972), 62-4.