Comedia de la sed

Rimbaud

I. Los antepasados
 
– Nosotros somos tus Abuelos,
¡tus Ancestros!,
cubiertos por los fríos sudores
de la luna y de las yerbas.
¡Nuestros vinos secos tenían solera!
Bajo el sol sin impostura,
¿qué necesita el hombre? Beber.
 
YO – Morir en los ríos bárbaros.
 
–  Nosotros somos tus Abuelos
de los campos.
El agua yace en el fondo de los mimbres:
mira la corriente del foso
rodeando el castillo mojado.
Bajemos a las bodegas;
después, sidra y leche.
 
YO – Ir a donde abrevan las vacas.
 
– Nosotros somos tus Abuelos;
ten, toma
los licores de nuestras despensas.
El Té, el Café, tan escasos,
bullen en los hervidores.
Mira las estatuas, las flores.
Venimos del cementerio.
 
YO – ¡Ah, secar todas las urnas!
 
II. El espíritu
 
– Ondinas eternas,
hended el agua fina.
Venus, hermana del azur,
turba la ola pura.
 
Judíos errantes de Noruega,
habladme de la nieve.
Queridos antiguos exiliados,
habladme de la mar.
 
YO – No, no más bebidas puras,
esas flores de agua para vasos;
ni leyendas ni figuras
calmaron mi sed.
 
Cancionista, tu ahijada
en mi sed loca,
hidra íntima sin fauces
que mina y aflige.
 
III. Los amigos
 
– ¡Ven los vinos van a las playas,
y las olas por millones!
¡Mira el Bitter salvaje
rodando desde lo alto de los montes!
 
Ganemos, sabios peregrinos,
el ajenjo de verdes pilares…
 
YO – Basta de paisajes como esos.
¿Qué es la ebriedad, Amigos?
 
Me gusta más, igual, lo mismo,
pudrirme en el estanque,
bajo la horrenda nata,
junto a los mataderos flotantes.
 
IV. El triste ensueño
 
Tal vez llegue una Tarde
en que pueda beber tranquilo
en alguna ciudad vieja
donde morir más feliz:
¡pues soy paciente y sé esperar!
 
Si mi mal se resigna,
si algún día tengo oro,
¿me iré al Norte
o al País de la Viñas?…
¡Ah, soñar es indigno
 
pues es pérdida pura!
Y si vuelvo a ser
el viajero que fui,
 
que jamás se me abra
la verde posada.
 
V. Conclusión
 
Las palomas que tiemblan en la pradera,
la gacela que corre y ve la noche,
los animales acuáticos, la bestia domada,
¡las últimas mariposas!… también tienen sed.
 
Pero ¿fundirse donde se funde esa nueve sin guía,
oh, favorecido por todo lo que es fresco,
expirar en esas violetas húmedas
cuyas auroras embisten las florestas?
 
Arthur Rimbaud, Un adelanto del fin del mundo (Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial S.A.U., 2018): 24-28.