Cuando el poeta lucha contra la penetración pequeñoburguesa de un amor imposible

Laverne

Las capas que falsamente consumen el mar
       tiraron una pintura en la mente de un tipo
       que solo quiere lo que necesita espacio,
       lo que define lo consumado.
 
Aún te espero simulando lógicas
   que sirven de guión para la lucha
                        de seres de un circo,
para crear solo momentos
   ridículos desde tu recuerdo,
desde la comodidad
de la eyaculación de la lucha
                de soledades perdidas,
desde el cómo,
lugar de mi sillón de animal humano
              que se enamora del infinito,
y que durante el camino,
conoce compañeras de viaje
              y amigas de locuras,
así logro que lo ridículo de las 
probabilidades acaricien la piel
                     de un jaguar que quiere
           patrullar las mentiras rimosas,
vigilar los problemas de aptitudes,
los momentos donde la especulación
    rebasa las posibilidades de los datos,
 en esos instantes de magia divina,
donde se puede calcular la flor de mi guerra,
la mirada de una petronila
que conoce el desenlace de complicados
           crucigramas sin reales (“siderales”).
 
Tengo derecho a pensar mi propio infinito,
y tu imagen es patrimonio de la libertad.
 
Tengo derecho a un pequeño altar,
en la memoria de mi devenir incierto,
en el momento en que quiero
      solo espacios de pasión efímera,
que solo tendrá vida en la acérrima
           conspiración del Estado que 
           controla los hilos de la 
           penetración pequeñoburguesa
           de un amor que se consuela en el oscuro
           camino de derrotas eternas de esta humanidad.