Las capas que falsamente consumen el mar
tiraron una pintura en la mente de un tipo
que solo quiere lo que necesita espacio,
lo que define lo consumado.
Aún te espero simulando lógicas
que sirven de guión para la lucha
de seres de un circo,
para crear solo momentos
ridículos desde tu recuerdo,
desde la comodidad
de la eyaculación de la lucha
de soledades perdidas,
desde el cómo,
lugar de mi sillón de animal humano
que se enamora del infinito,
y que durante el camino,
conoce compañeras de viaje
y amigas de locuras,
así logro que lo ridículo de las
probabilidades acaricien la piel
de un jaguar que quiere
patrullar las mentiras rimosas,
vigilar los problemas de aptitudes,
los momentos donde la especulación
rebasa las posibilidades de los datos,
en esos instantes de magia divina,
donde se puede calcular la flor de mi guerra,
la mirada de una petronila
que conoce el desenlace de complicados
crucigramas sin reales (“siderales”).
Tengo derecho a pensar mi propio infinito,
y tu imagen es patrimonio de la libertad.
Tengo derecho a un pequeño altar,
en la memoria de mi devenir incierto,
en el momento en que quiero
solo espacios de pasión efímera,
que solo tendrá vida en la acérrima
conspiración del Estado que
controla los hilos de la
penetración pequeñoburguesa
de un amor que se consuela en el oscuro
camino de derrotas eternas de esta humanidad.