De la caída de Spinoza a la Revolución

Laverne

Luego que la teoría de los afectos se fue a la mierda
— con la Revolución Francesa— 
había que resolver el problema de la doble visión,
—que para muchos fue de incierta contribución— 
y por tanto,
era necesaro tirarse al estudio
               del Estado en la Descomposición.
 
En varios bares alemanes,
pensadores y artistas,
—buenos borrachos los “poetas” y “filósofos”—
se hicieron compas de cantinas y de rencillas,
y,
todos los días,
se llevaron sus dudas de versos
         al lugar de las imágenes y las tinas,
—pa’ dormir en la tortura del placer de la meditación que derriba—
soñando oscuros caminos estéticos de luchas humanas,
con muchas muertes y ahora balas,
mundos fantásticos en una declamación
                        temporal de la posibilidad,
—y la injusticia— 
teniendo a la belleza en el centro de todo
                 y saliendo siempre de la Nada,
como un infinito de eterna evolución
                hacia un mundo abierto que reclama.
 
Se escuchó un grito en un día de consternación:
“Sólo lo que es objeto de la libertad se llama idea.
¡Por lo tanto, tenemos que ir más allá del Estado!”
 
Ellos tramaban una social revolución,
con el poeta en el centro de la organización,
maestro de la unión popular y la insurrección,
era el que levantaba la voz de la tristeza y la indignación,
el de múltiples declamaciones de conspiración,
teniendo como único principio:
la unión de la Naturaleza y la Revolución.
 
Sin embargo los que pusieron al Yo Absoluto
    como punto de resolución al problema kantiano,
y deducieron el mundo de sus cabezas,
—prostituyeron la Libertad—
y el Sujeto como Maestro del Mundo,
y no como Hermano,
se convirtieron en simples abanderados de los 
                  Derechos Humanos individuales,
con sus bellos y serios Estado de Derechos,
—con tufillo a Autoritarismo Racional—
con su buena Policía de la Propiedad,
 etc, etc, etc,
junto a ellos maes como Fichte, Schelling, etc, etc
 
Pero no crea, cuando se hicieron viejos tiranos,
los que le sacaron al Sujeto a la cabeza a Kant,
y lo metieron en la realidad material,
los jóvenes revolucionarios,
que llevaron sus ideas a la Historia de las Revoluciones,
fueron los que la traicionaron,
y crearon oscuros Estado Corporativos,
ideas belllas para Gentille-cillas,
en los días de las grandes masacres democráticas,
en fin,
fueron los ideólogos de Opresión y el Horror,
por el bien de la Nación del engranaje.
 
Su Revolución fue la del Yo y no la del Poeta infernal.
 
Y el Estado Opresor se acostumbró
         al apodo de “santo Espíritu Absoluto”,
y sus escritos incendiarios
     se escondieron en viejas cajas,
llevaron el debate a la vieja crítica
        de los roedores de los barrios de imánes.
 
Pero el tiempo revive las ideas
           de Libertad en ciclos donde 
           lo material crea las condiciones
           de unión con el pensamiento radical,
en especial en la putrefacción de la esperanza,
es donde surgen los que más reclaman.
 
Las tesis del invierno de 1796,
son recogidas por nuevas almas esperanzas
–Marx, Engels, Bakunin, Bauer, Strauss–
leen deliciosos sonidos de revolución,
y aparecen espacio donde la injusticia
         puede llevar a bailar a la miseria,
para luego,
en una oscura conspiración,
asesinarla en un callejón,
todo esto 50 años despúes,
nuevamente,
la Libertad en la órbita de la imaginación popular,
con las llaves que la solidaridad
—y sobre todo esperanza— 
se lanzó al corazón de las almas sin corazón.
 
¡Arriba los poetas de 1796!
¡Arriba los viejos camaradas!