El reflejo muestra a la llave
llorando la belleza de la colina empinada,
tocas, por otro lado, la noche larga de la memoria.
Hoy vi una pena
y a vos como una tristeza milenaria,
en las rocas finas me trato de pensar,
como cuando no estabas, pero llegabas a las cuatro.
Ya no tengo ni la soledad falsa,
ahora el frío seca el alma,
ahora es tiempo de lágrimas solitarias,
de verte desde la barrera salpicada
de pequeña lluvia de sangre
gotas que caen como una hoja en el desierto del Colca.
El cóndor que vigila mi muerte,
espera verme caer en las montañas de los Andes,
tan grandes para tu pequeñés.
Yo con la esperanza de algo imposible,
de reflejarme en el fondo de una cuna,
sentada como en algo fino,
siento la eternidad de la impotencia.