(De todo corazón - a Silva Pinto)
Esta aborrece quién es pobre. Yo, casi Job,
Acepto sus desdenes, idolatro sus odios;
Y la espero en los salones principales de los teatros,
Cada noche, ignorado y solo.
Allí me canso de la seda chirriante, de la orquesta, del gas;
Las damas, al llegar, gimen en sus corsés,
Y mientras las cortesanas y el brillo pasan,
Analizo las obras en los carteles.
En la representación de un drama de Feuillet,
Estaba esperando junto a la puerta, en la penumbra,
Cuando la mujer nerviosa y vanidosa que me deslumbra
Saltó soberbia del estribo del coupé.
¡Cómo marcha! Me recuerda a un magnetizador.
Los adornos de encaje rozaban el terciopelo;
Y, aunque ustedes, burgueses, no me entienden,
Me quedé apretando los dientes aterrorizado.
¡Sí! ¡Porque no podía abandonarla en paz!
Mi pobre cartera, disimula la idea
De verla aproximarse, sentada entre en la platea,
¡Para tenerla en un binóculo mordaz!
He ocultado el frac que lleva los botones;
Cada contratista decía con voz ronca:
-¿Quién puede comprar un billete o venderlo?
Y las ovaciones se escucharon afuera.
¡Qué desvanecimiento! ¡La perla de Tom!
Los demás que la rodean parecen cobardes;
Las arpas y los rabeles son menos melodiosos,
En los grandes espectáculos del Sonido.
Al mismo tiempo, no dejé de cubrirla;
La vi subir, directamente, por la larga escalera
Y entra en el camarote. Me gustaría más bien
Que el suelo se abra para abatirme.
Salí; pero al salir me sentí atropellado.
Era un municipal sobre un caballo. El guardia
Golpea al pueblo. Me iré; y yo, que odio el uniforme,
Crecí con rabia contra los militares.
De repente, gangosa, infectada, podrida, mala,
Una vieja y sucia se puso delante de mí,
Y me dijo, guiñando sus ojos de bruja:
-¡Mi buen señor! ¿Me das un cigarrillo? ¿Me lo das?...
[Traducción de Poeta Pachuco]
Humilhações
(De todo o coração - a Silva Pinto)
Esta aborrece quem é pobre. Eu, quasi Job,
Aceito os seus desdéns, seus ódios idolatro-os;
E espero-a nos salões dos principais teatros,
Todas as noites, ignorado e só.
Lá cansa-me o ranger da seda, a orquestra, o gás;
As damas, ao chegar, gemem nos espartilhos,
E enquanto vão passando as cortesãs e os brilhos,
Eu analiso as peças no cartaz.
Na representação dum drama de Feuillet,
Eu aguardava, junto à porta, na penumbra,
Quando a mulher nervosa e vã que me deslumbra
Saltou soberba o estribo do coupé.
Como ela marcha! Lembra um magnetizador.
Roçavam no veludo as guarnições das rendas;
E, muito embora tu, burguês, me não entendas,
Fiquei batendo os dentes de terror.
Sim! Porque não podia abandoná-la em paz!
O minha pobre bolsa, amortalhou-se a ideia
De vê-la aproximar, sentado na plateia,
De tê-la num binóculo mordaz!
Eu ocultava o fraque usado nos botões;
Cada contratador dizia em voz rouquenha:
-Quem compra algum bilhete ou vende alguma senha?
E ouviam-se cá fora as ovações.
Que desvanecimento! A pérola do Tom!
As outras ao pé dela imitam de bonecas;
Têm menos melodia as harpas e as rabecas,
Nos grandes espectáculos do Som.
Ao mesmo tempo, eu não deixava de a abranger;
Vi-a subir, direita, a larga escadaria
E entrar no camarote. Antes estimaria
Que o chão se abrisse para me abater.
Sai; mas ao sair senti-me atropelar.
Era um municipal sobre um cavalo. A guarda
Espanca o povo. Irei-me; e eu, que detesto a farda,
Cresci com raiva contra o militar.
De súbito, fanhosa, infecta, rota, má,
Pos-se na minha frente uma velhinha suja,
E disse-me, piscando os olhos de coruja:
-Meu bom senhor! Dá-me um cigarro? Dá?...
Cesário Verde, O livro de Cesáreo Verde (Lisboa: Alêtheia Editores, 2011), 29-30.
