Era la habitación inmunda y pobre,
oculta sobre la taberna sospechosa.
Por la ventana se veía la calleja
estrecha y descuidada. Desde abajo
llegaba allí la voz de los obreros
que holgándose jugaban a las cartas.
Y allí, en aquella cama humilde y pobre,
el cuerpo del amor, los rojos labios
voluptuosos poseí de la ebriedad-
rojos de una ebriedad tal, que aún ahora
al escribir (después de tantos años),
en mi hogar solitario vuelven a embriagarme.
Cavafis, Recuerda, cuerpo (Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial, 2018), 34.
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