Narciso en casa de su novia

Enrique Lihn

Si pido la palabra
las puertas y ventanas de esta sala de enero se abren mutuamente y entre el cielo a granel, a manos llenas,
los invitados se esconden unos detrás de otros y hacen callar al sol en mi homenaje,
el vino se despierta, abre su ojo el pan, me rodean las flores y los pájaros,
las sillas se sientan y me escuchan sentadas en sí mismas, atentas,
le crece un ala al gato,
se dispersan gritando las sobras del almuerzo,
mi gran cabeza flota en medio de la sala como un globo que parte hacia lo ignoto
en medio del aplauso general,
tu madre cierra el piano y se dispersa,
pierde el cura su brillo y en un decir Jesús,
alguien quiere esconderte, pero yo
lo pongo de cabeza con un solo ademán.
 
¿Qué digo? Yo no sé.
Divido una palabra en mil palabras,
de esa semilla abierta sale un árbol cerrado,
del uno sale el dos, el tres, el cuatro.
 
Lo inútil, lo vibrante, lo que adorna la piel de la pantera, lo que
hace rutilar al moscardón, lo que impide a dos hojas parecerse,
lo que la muerte odia a muerte y mata antes que nada,
lo que el sexo comprende y el corazón perdona,
lo que mira de frente a la abstracción,
ese poder celestial y infernal
habla a través de mí,
calla a través de mí,
me hace agitar los brazos y los pies.
 
 
Enrique Lihn, en "Enrique Lihn (1929)" en Antología crítica de la Nueva Poesía Chilena 1957 (Santiago: LOM Ediciones, 2002), 244-5.