A los milicianos de dentro y fuera
Porque en España ardía la voz,
Ardía el vientre floral de la mujer
encinta con el mundo,
Ardía la arteria triste desnuda
Ardía el humus conciso de los hombres,
Ardía el húmedo estuario de tu daga
total y coronada.
Porque en España
se cubrían de lujosos cadáveres
los párpados de las muchachas
y el alba cercenada
soñaba con obispos y medusas,
y murmuraba el hombre su cándida estatura
más allá de su muerte conquistada,
Porque en España
Miliciano español
encubierto de escombros doloridos,
y tu cielo veloz acuchillado,
Mientras los enlutados
perdían tu ancha jornada de magnolias,
y revolvían
hasta variarla toda,
la gracia popular de las tahonas,
tú estabas en la época lluviosa de tu sangre,
y tu cuerpo,
en aire de paloma entrecortada,
recorría este suave desorden de ecuadores,
esta fácil ternura de los rostros de América.
Salud
Miliciano Español
a tu frente miliar
y a la turbia excelencia de tu sangre,
Salud a tu mejilla levantada,
Salud
Miliciano Español
Discípulo tatuado
en la cubierta extraña de Guernica,
Salud al espinazo de tu espada,
Porque en España,
cuando los enlutados
pacían en tu dulzor enrojecido,
y comían de tu carne derramada,
tú eras como un ángel escolar
en la esquina del mundo,
como un sol destapado con tu herida,
Salud
Miliciano Español
griterío original de días degollados,
Herida desplomada en las puertas del hombre,
para que el hombre oyera
tu iracunda fragancia
y acogiera
el alto decaer de tu cintura,
el cálido color de tu armonía,
Salud a tu lacónica silueta
melancólico el gesto entre las rocas,
y la mirada envuelta en una lágrima,
Salud
hasta tu corazón más íntimo,
y en tu sudor más íntimo,
y hasta en el dorso
más olvidado de tu hueso,
desordenado y alto,
Salud a esa tu muerte tan desechada,
tu muerte aun húmeda y sola
al socaire del olivo,
Salud
Miliciano Español,
Dinamitero que ardes
con tu boca en amas
y tu fragor al cinto,
Salud hasta en tu niño fusilado
que deslinda su ombligo entre tu frente,
Salud
Miliciano Español
Porque cuando en España
los arzobispos desfondaban a Cristo
y le pateaban el muslo y los dedos largos,
tú estabas con el rostro dividido
y con el sexo lleno de semanas
eternamente oscuras.
Porque cuando los militares de medio rostro
mutilaban la era embarazada
y se masturbaban la mente con un paraguas,
tú estabas cerrado a todas las sangres,
parado sobre todos los asaltos,
y tu cuerpo de suave corola destituida
tenía una voz para tu mismo cuerpo,
Salud
Huésped funeral y hermoso,
Salud
entre tu frente que está al socaire del olivo
aun sola;
porque aún
entre los relojes de los bufetes
y de los tocadores,
los arzobispos y los medios rostros de los traidores,
se masturbaban la mente con un paraguas,
y en tu España,
en la mía,
en la de todos,
aún arde tu cuerpo como un clavel de asalto.
Aquí,
amigo,
Miliciano español
poblado hermano nuestro,
sobre tu corazón de polvo y estampido
nosotros estamos parados al pie de las cosechas,
Sobre lo que parece que se ha roto en el llanto,
Estamos todos,
mostrando el tanto de brillo de una lágrima.
Somos los apasionados magníficos,
los pequeños exaltados
siempre floridos,
los de rostro transitable,
Estamos todos
esperando sobre la piedra erguida,
somos los de dentro y los de fuera,
somos todos los americanos.
En Repertorio Americano, 19 de octubre de 1946, p. 6, Archivo Rebelde, https://archivorebelde.org/pages/16943