Soledad en las vísperas de la revolución

Laverne

yo sé que no existe más que una espera ficticia de un tren en un país en llamas, igual estoy produciendo este signo como base en una mentira, con palabras, sonidos, expresiones faciales, un recorrido aleatorio como en una pequeña cárcel sin rejas, con un espeso espectro de sal que carcome las entrañas de las divisiones sociales, esperando lo que nunca podrá llegar sin unas  cuantas oraciones al dios de la probabilidad, no estoy diseñado para abrir los corazones que duermen en el confort de la repetición, que sigue anhelando lo aparente, lo que se deshace con un empuje  de palabras podridas, que continúan su camino sin el viento de las películas cursis, hay un basurero junto a la recámara  que impide crea deseos, y la llama que enciende el país es una secuencias de derrotas y la gente sigue sentada en sillones con huecos, la desesperación toca las canas de los comunistas cansados, la chispa se sumerge en el mar de la desesperanza, los días se han vuelto lluvia de grises, las cárceles se han metido en el inframundo de la tristeza para no llorar en las calles de San Sebastián, las viejas calmas de nuestras dulces abuelas se han suicidado aquella noche de terror cuando bajó el demonio, ya no hay luz ni para acostar la paciencia en besos de despedida, ya ni siquiera te espero en la posibilidad, ya no confió en la suerte del alzar, todo está tan medido, que me rasco los centímetros todos los días que me peino en la mañana, no se logra leer la hora cuando uno quiere salir de los sueños, los árboles se despiden para no brindarnos compañía, estoy cada día más carcomido por la franqueza de los barrios bajos, no se como brindar consuelo al niño del sueño de navidad, quiero salir de la facultad de sentir, tomar el primer bus hacia el infierno de tu ausencia