Tiempo de riqueza

Bertolt Brecht

Durante siete semanas de mi vida fui rico.
Con los beneficios de una obra de teatro adquirí
una casa en un gran jardín. La llevaba
observando varias semanas cuando me instalé en ella. A diversas horas del día
y también de la noche, pasé primero de largo, a ver
cómo se erguían los viejos árboles sobre los céspedes en el primer albor
o cómo se extendía el estanque de las musgosas carpas, por la mañana, bajo la lluvia; a ver los setos en el sol entero de mediodía,
las blancas matas de rododendros al atardecer, tras el toque de vísperas.
Luego entré con los amigos. Mi auto
quedaba bajo los pinos. Mirábamos en torno: desde ningún punto
se veían todos los límites de ese jardín; los declives con césped
y los grupos de árboles estorbaban que se vieran los setos.
También la casa era hermosa. La escalera de madera noble, de experta estructura,
lisa de escalones, con rellanos de bella proporción. Los cuartos
enjalbegados estaban revestidos de paneles de madera. Poderosas estufas de hierro,
de la más ornamentada forma, mostraban imágenes en relieve: campesinos trabajando. Al fresco césped con los bancos y las mesas de encina
daban pesadas puertas: sus pestillos de bronce
no funcionaban muy bien, y las losas de piedra en torno a la casa parduzca
estaban lisas y hundidas del paso
de los que vivieron antes. ¡Qué mesura bienhechora! ¡Diverso cada espacio,
y cuál mejor! ¡Y cómo cambiaban todos con las horas del día!
El cambio de las estaciones, seguramente precioso, no lo vivimos,
pues al cabo de siete semanas de auténtica riqueza, abandonamos nuestra propiedad
y huimos deprisa por la frontera.
 
 
 
Bertolt Brecht, "Exilio en el Báltico (1933-1941)" en Poesías (Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2017), 93.