"¿Y quién carajo dice
que Marcial está muerto?"
Dijo Ambrosio en la asamblea popular
celebrada en Chalatenango.
Y añadió:
"¿Acaso se muere el viento
sobre los árboles,
el mismo viento que se despeina a los
hombres
y que trae noticias de los pájaros?
¿Puede morir así nomás
el agua que baja de la montaña
clarita y eternamente fresca?
¿Quién puede asegurar que un día se
termine la luz de las mañanas
y el titilar de las estrellas en la noche?
¿Acaso el maíz dejará de crecer
todos los años
y su pequeña luna, la tortilla
pasará a la historia?
¿Cómo podría acabarse el verde de las hojas,
las flores silvestres
que adornan la soledad de las montañas,
las ceibas, los amates,
los frutos de la tierra?
¿Por qué el mar dejaría de venir a las costas
y la lluvia pasaría
a ser sólo un recuerdo?
¿Que acaso el fuego de los fierros
no hace posible a veces
que amanezca más temprano
entre los estampidos de la guerra del pueblo?
¿Quién carajo pretende
que Marcial está muerto?
Sería como decir
que se murió la vida para siempre,
que es sólo orfandad lo que nos queda.
Allí está Marcial, compañeros,
qué no lo ven atrás, entre los niños,
escuchando las cosas que decimos,
aprendiendo como siempre entre nosotros,
dirigiendo la furia, reuniéndola
como un fusil inmenso que escribirá la historia."