Animando a la enferma revolución

Laverne

Hoy he vuelto a tronar el alma del vagabundo,
y ya no quiero rodar más,
quiero comer un poco del alba,
quiero conquistar el deseo de un niño,
sentirme recién parido,
sin complejos imbéciles de preadolescentes.
 
Estoy esperándote en la próxima tonada
         solo con el sonido de tu voz sin ninguna oración,
estoy con tu ganas de conquistar las sílabas pregunteras.
 
Mujer:
recuestale una pregunta imposible a la revolución
                         para a la vez estar tuanis con tu recuerdo,
solo siento el dolor de tu silencio, mujer,
nado en el espacio del no ser un ayer,
ahí dónde no producís las llamadas inconsistencias,
ni los momentos irracionales cuando las ganas rebasan la racionalidad,
te veo tocar música de ángeles negros, mujer,
construís poemas en el sonido de lo imposible.
 
Y yo,
enredado en la tenebrosa noche de domingo de enajenación,
apago la televisión y te mando un verso,
ojalá no hallás comprando el balón de la salubridad,
ni hallás comido cuento con el culto a los viejos
                                     jefecillos argentinozantes,
encendé un pregunta radical para bailar,
consultá a tu abuela,
la vieja bruja anarca,
la que murió en la gloria sin vergüenza de votación,
 (invocada en una sesión espiritista
             junto a los libros marxistas)
sobre como apapachar la pena de tu rabia,
luego,
escupile un desprecio a la tumba de tu anhelo,
el que quiere triunfar en el terrible silencio de un flor (patriarcal), mujer.
 
¿Por qué ya no gritás?
 
Yo estoy aquí errante,
ya no sé como triplicar la felicidad de saber olvidar,
se me apagaron la ganas de volar,
y,
luego,
de inmediato,
se dispara una pregunta a las viejas ganas
                   de llorar sentado junto a una violencia rara:
“soy un simple enamorado,
un tipo sin futuro de predicción,
no sé como se llama mi mano,
no quiero romper las fronteras *
*de tus labios, mujer,”
(frase cursi que perfectamente se puede omitir)
quiero contestarte solo algunas preguntas al cóndor de tu hedor,
quiero besarte en las mañanas el olor de tu pelo hediondo de amor,
quiero quererme en el ciclo de tu color rojo,
quiero ponerle una zancadilla a la conspiración burguesa, (y salvarte)
quiero escupir solo a los apestosos ricachones
                                 comedores de hamburguesas,
pero el olor de tu presentación
      gana la partida a una falsa imaginación,
ya que te siento sobre los pétalos de una piel de mujer,
y ahora quiero besar las preguntas incómodas
                         y bendecirlas como si fueran mentiras buenas,
quiero solo reaccionar con un simple gesto de desaprobación,
quiero amarrarte en la esperanza de una noche
                          de sinceros cariños de contestación,
y no llorar al final de la exposición,
aguantar las ganas destructivas
             de imaginar un sol sin luz o futuro sin vida,
arremedar las preguntas de tu ser
             y querer volar los sesos de un ente que no te interesa,
solo en el sentido rarísimo
                     de la imaginación inversa de la revolución,
que da vida a lo que no queremos dibujar sin llorar.
 
Mujer:
¿cuándo se podrá disfrutar la llegada de los nuevos amigos proletarios?
¿cuándo se podrá florecer en la punta de una buena idea humana, y volar?
¿cuándo se podrá acariciar la gloria de una sonrisa rara?
¿cuándo se podrá besar, amar, armar y remar en tu mirada de indignación?