De un comunista a la radicalidad con las esperanzas rendidas

Laverne

Yo, que leo cuando no debo hablarle al alma
      para que no se guarde rencores por el tipo
              imbécil del bar que habla de naciones y patrones,
      (ya que tengo que volver a pedir nuevas raciones)
      (y no hay muchos bares con estos honores)
 
Yo, el que se emborracha para ver sufrir a tu sol capitalista,
       mientras la gente normal disfruta de esta arista,
       miserables e efímeros amaneceres sin ninguna prisa,
       celebrando glorias pasadas de muertos sin sonrisa,
       coloreados en la repetición nacional de este terreno irracional,
       para luego volver al trabajo con ganas
                           de emprendimiento empresarial,
 
Yo, que no creo en parlamentos de payasos,
        mientras la orgía izquierdista baila,
        con gran sonrisa,
        al son de la embriagadora canción de retazos
               de una patria de cartón que nos invita a llorar
               los cuatro años de inmunda delegación,
 
Yo, el miserable militante solitario
         en el país de la consciencia rancia,
        donde crecen jefecillos trotskostalinistas
                en los rincones de antiguos tronos de la gloria individual,
        que sueñan con llegar a ser la próxima princesa radial,
        o que sueñan a ser una misera estatua memorial,
        asquerosos adoradores de Che’s y de la patria continental,
 
Yo, el de la Izquierda Comunista,
         que se sienta en la brisa de una tarde de Comuna Socialista,
         que siempre anda con mucha prisa,
         el que sabe sufrir sin gloria alguna o alguna sin vista,
         el que ama la dulce melodía que retumba debajo
                 de la tierra cuando caminan
                 nuevos principios de renovación
                 que arrancan las viejas raíces
                 de tu podrida democracia,
        el que baila al nuevo son,
 
Yo, el antiguo y nuevo amigo de tus odios,
      que huye a la mar para enamorase
                          de las musas anarcomunistas,
       irreverentes como el grito ausente
                       a las ganas de votar en cualquier Estado presente,
       las que retumban en las pesadillas
                  de nuevos patriotas democratistas,
       que lloran cuando suenan himnos
              escritos por bebedores de sueños ajenos
       o cuando las niñas salen a marchar
            por héroes defensores de fronteras, sin pelear,
 
Me siento al lado de la incertidumbre
            para esperarte en compañía de tus esperanzas rendidas,
             te dedico la próxima lucha internacional,
             te espero sentando en la unificación
                     de pequeñas almas en régimen salarial,
             te espero en la divulgación
               de las lecciones de nuestras derrotas pasadas.