XXI
Yo soy el poeta del Cuerpo y yo soy el poeta del Alma.
Los placeres del cielo están conmigo, y las torturas
del infierno están conmigo también.
Injerto y multiplico en mí mismo los primeros; los
últimos, los traduzco a una nueva lengua.
Soy el poeta de la mujer tanto como el poeta del hombre.
Y digo que es tan grande ser mujer como ser hombre.
Y digo que nada hay tan grande como ser la madre de los
hombres.
Canto la canción del crecimiento y del orgullo.
Bastante hemos implorado y nos hemos humillado.
Muestro que el tamaño es solo desarrollo.
¿Habéis sobrepasado a los demás? ¿Sois el presidente?
Es una bagatela. Todos pueden llegar allí, y todos puede
llegar más acá.
Soy el que camina con la suave y creciente noche;
invoco la tierra y el mar, en parte envueltos por la noche.
¡Cíñete con fuerza a mí, noche de desnudos senos! ¡Cíñete
con fuerza a mí, noche magnética y nutricia!
¡Noche de los vientos del sur! ¡Noche de los grandes
astros solitarios!
¡Noche silenciosa que me haces guiños! ¡Noche estival,
loca y desnuda!
¡Sonríe, oh, tierra voluptuosa de frescos hálitos!
¡Tierra de árboles adormecidos y vaporosos!
¡Tierra de crepúsculos muertos, tierra de cumbres hundidas
en la niebla!
¡Tierra de cristalina, láctea claridad, levemente azulada
de los plenilunios!
¡Tierra de la luz y de la sombra que jaspean las ondas
del río!
¡Tierra del límpido gris, de nubes más brillantes y claras
para mí!
¡Tierra de barrancos hondísimos! ¡Tierra llena de flores
de manzano!
¡Sonríe, pues tu amante se aproxima!
¡Pródiga, me has brindado tu amor! Por esto te ofrezco
el mío.
¡Oh, indecible amor apasionado!
Walt Whitman, *¡Oh, capitán!, ¡mi capitán! *(Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial S.A.U., 2018): 24-26.