En busca del monte de la felicidad no me he
encontrado con un bloque hecho casi humano,
uno que no tenía pies pero se arrastraba como un
tipo dormido en el amanecer,
y no una cara con barba de árabe
mirándome estático y sin vida,
nadie olvida como un simple extraño
de un bar decadente podría ser su hermano galáctico,
madre en la conexión de la situación de la solidaridad
es cada vez más feliz de no aparecer
mientras el olor de la felicidad llega hasta mis ojos,
y los lumpes no ven en mí un compañero,
y me alegro,
solo quiero evolucionar,
y no puedo,
solo quiero el instante de una de mis derrotas de conciencia,
que no ayuda a chorrear una pasado de
palabras que nadie lee solo mi
propia satisfacción de esta primera
ocasión donde amarro aquella vuelta, amiga,
la dulce reencarnación en el futuro
que no tira besos de conciencia,
pero ahora,
entre intentos,
he perdido la paciencia de esperar la luz apagada
debajo de un río que no existe pero
insiste en amarte en esta vida,
parte que deja volar las ideas de tubería,
pero,
¿para qué?
para que una nueva rutina aparezca y haga que
crezcan raíces en las nalgas de la
espera que solo quiere tocar el borde
de tus ansias de llorar de felicidad,
en fin,
acá en el río de pedazos de consumidores de ideas falsas estoy
pensando en como evolucionar
de un simple y humilde trago compartido
a una noche de brío,
así de simple es como cae el hecho
en el suelo para que todos puedan
tocar un poco de anhelos pasados
que son nuestras futuras escenas donde
puedo oler tus pies en una arena
infinita y un dolor que causa
alegría, ya que se puede soportar,
precisamente por tu anarquía que deja llover
las tarde de sol para poder amar la humedad
para no crecer en nuestro monte casi humano,
ya que va más allá que la felicidad.