Girando en el parque negro. Todos son muros.
Muro el piso de tierra. Muros los muros.
Girando una tras otra en estrechos círculos,
Limpio y geométrico laberinto.
Es la hora del descanso. Camina y calla.
Mére Marí como un búho nos vigilaba.
Y así desarrollábamos aquella técnica
De hablar sin que lo note la carcelera.
De novios. ¿Y él te quiere? yo lo veía
Con su perfil oscuro como el día.
Vives donde tu tía?
Le llevarás mi carta. Soy de provincia.
Lujoso el uniforme, tristes las caras.
Mére Marí como un búho nos vigilaba.
Fue cuando descubrieron que mi padre no es católico,
Cosa que sólo rima con estrambólico.
Se acabaron los círculos y el coloquio,
Se me envió a la capilla a rezarle a Antonio,
Al que mejor pudiera hacer el milagro
De convertir al viejo en un hombre sabio
Capaz de salvar su alma de los infiernos
En que caería seguro si inconfeso
Se largaba del mundo —prueba terrible—
Sin hostias y aguas santas y otros melindres,
Independientemente de qué persona
Él fuera en este mundo que no es de broma.
Al carajo los santos y el santo fuego
Pues ni pies ni cabeza tenía este enredo.
Estas fueron mis santas reflexiones
Mientras en la capilla comía mamones
Que en secreto me diera la de la carta
Que ya yo había entregado muy bien doblada.
Virginia Grütter, Poesía de este mundo (San José: Editorial Costa Rica, 1999), 41-2.