En un día en transición

Laverne

En día en transición el cielo es rojo y atardece solo en los barrios finos.
 
Es un día en donde llueve por dentro del frío de las latas y por fuera está la vida.
 
El sol sale a tomar la tristeza camino al suelo
sin pensar ni siquiera a cuál planeta está visitando.
 
El suelo se deshace entre escupas y chiles radioactivos
y por esas calles, un niño huele cemento mientras vende flores.
 
Y su luz quema la frente de las masas, y detrás de ellas,
se ve llorando descalzo y sus ojos miran un mar negro lleno de bancos.
 
Delante está desparramada la realidad.
 
Escupiendo como una lacra a los pies del pobre.
 
La tomo como quien saca una cerveza clandestina en horas laborales.
 
Como quien asume las esperanzas de la iglesia y el Estado
derrotadas en grandes bóvedas antiguas del dinero imaginario.
 
La izquierda comunista enfrenta la realidad
con la rigurosidad que solicita el hambre en la crisis.
 
Entonces las organizaciones de mano alzada
abrazan a los suyos, y entre la fiesta humana,
todos quieren sentirse más ilegales que ayer.
 
Nada de esas cobardías del voto oculto en una caja.
 
Me asumo con las manos arriba y un beso profundo de clase.
 
Nadie dura más que una revocación colectiva.
 
Esos diputadillos parlamentarios...
 
Un día en transición es de prácticas de futbol.
 
Hay que saber cómo brincar las paredes del poder y desviar bombas atómicas,
para meterle el gol que provoca la invasión masiva al campo de la lucha de clases.
 
Y nos ponemos a incitar un "aprete" de las fronteras con huelgas solidarias.
 
Y te agarro la cintura y los labios conectan poblados enteros
con esa boca rica de acento extranjero.
 
Y el mundo está apretando por nuestras incitaciones científicas.
 
Y somos ciudadanos mundiales.
 
En un día en transición, mientras una célula explota con una bala,
grupos de seres humanos se esconden en grutas planeando el mejor partido del mundo.