La luna en el espejo del buró
mira un millón de millas
(y quizá, con orgullo, se mira a sí misma,
aunque nunca, nunca sonría)
lejos, muy lejos, más allá del sueño.
O quizá ella duerme durante el día.
Abandonada por el universo,
ella le ha dicho que se vaya al infierno,
y ha encontrado un cuerpo de agua
en un espejo en el cual morar.
Así envuelve las cuitas en una telaraña
y las deja caer en el pozo para siempre
dentro de aquel mundo invertido
donde la izquierda es siempre la derecha,
donde la sombra es realmente el cuerpo,
donde nosotras estamos despiertas toda la noche,
donde ahora los cielos son superficiales
como el mar es profundo y tú me amas.
Elizabeth Bishop, El arte de perder (Madrid: Penguin Random House, 2019), 65.