Max Jiménez ha muerto

Eunice Odio

A su esposa
 
Esperadme,
Que entierre a mi muerto
 
Ya regreso,
pero después de haber ido
con la noche a la altura del hombre,
no más arriba que mis ilusiones,
 
Después de entrar, a saco,
por la última esquina del sonido
como una campana colérica
que afirmara
su estatura profunda en el vacío
 
Porque no es posible que nos falte,
de pronto,
dónde trazar el golpe de un abrazo,
 
Y después te traigan
entre colores manchados,
entre cirios,
y entre otros animales celestes y turbados,
 
Con una carcajada de hoja en la rodilla
y un resquemor de liquen royéndote los brazos.
 
Y nosotros,
aquí,
buscándote,
agolpada la voz al cabo de todos los caminos.
 
Ah
Hermano
Camarada,
 
Tu eres el que no cayó solo,
porque contigo ha resbalado inmensamente,
al chocar de tu voz,
mi pálida intemperie traspasada,
mi condición extensa de animal unánime y caído
al comienzo casual de tu silencio.
 
Clima de vegetales clausurados ha, tu mano
de paz enajenada
 
Y tu ojo de altura y resistencia
 
Cómo partir ahora el pan,
en salud,
en guerra,
en alegría,
 
Sin tu cruel mansedumbre
junto a los alimentos y los pájaros.
 
Cómo ir,
ahora,
al orden perturbado de la tierra,
 
A la orilla cardial de tu mujer
que termina de llorar en los párpados,
 
Si estamos casi al borde de amarte más que nunca,
y conmovernos brutalmente
como un manojo de montes
en libertad de vegeta y de morir.
 
Dónde ir ahora y viajar por tu sonrisa
dando golpes de sueño y de verano,
 
Con esta vocación de escalofrío
y esta pesada longitud de sombra,
 
Dónde poner mi claridad cayendo de sí misma
y sollozando por los cuatro costados que te nombran,
ya más arriba de tu frente consumada,
mucho más cerca, sí,
de tu caerse a plomo
 
como una dulce grey de edificios en marcha
con niños derribados y violines,
y con el corazón a pie
como si hubieras muerto
y yo no hallara más pecho para la soledad.
 
Como si huyeras por la última esquina del sonido
en tanta cruel profundidad,
que llego, apenas hasta tu caída,
hasta tu forma en mi alma derrumbada.
 
Como si hubieras muerto
 
dejadme así llorando entre mis brazos,
 
Espeso el grito tierno y enterrado,
 
Esperadme
a que entierre a mi muerto
 
Ya regreso
 
El corazón a pie
con el vacío.
 
Eunice Odio, Obras Completas Tomo I (San José: Editorial UCR, 2017): 31-33.