A Octavio A. Caldera
Los déspotas nos atan los pies y las manos
y traban nuestros dientes con alambre,
porque los impotentes tienen miedo a la palabra.
Con nosotros barren el suelo de las ciudades,
entaponan las letrinas y nos sumergen en las cloacas.
Pero éste será el año de los grandes milagros.
Porque la libertad no está en la letra de imprenta
ni nace de diez bandidos que discuten en una mesa,
ni viene de los carneros que mugen en el parlamento,
Libertad: esa palabra se aferra muy dura a nuestras conciencias.
He aquí que un pobre roe su pan seco,
he aquí que una niña no sacia su pequeño deseo,
he aquí que muere de cólera un obrero,
un sacerdote, un reportero,
pero arriba danza ebrio el dinero
¡y he ahí la otra cara de la moneda!
"Nosotros llegamos siempre tarde. Estamos tarde. Morimos tarde".
Decid si no será esto cochino,
pero una gran alba se abre en nuestro camino,
porque Dios se prepara a bajar a media calle.
Dios, que por fin se ha puesto caites.
El pan que no comemos se pudre en lejanos armarios
y el vino hierve en las cráteras lejanas.
Un beso, un solo beso de la mujer amada,
buscadlo ahí donde la tierra se ha hecho pedazos.
Para alcanzar la dicha siempre nos hace falta una pulgada
y está la culpa en nuestra medrosa mirada,
en el barniz que engaña a nuestro tacto,
en los vergeles donde se embriaga el olfato.
La culpa es de nuestros puercos sentidos,
desde que nos hizo saber el señor Ministro
que dos más dos son igual a cinco.
Por fin sabemos que dos más dos son cuatro.
Cuando bajen al pueblo estas simples verdades
el mundo ha de tornar súbitamente claro
como un cuchillo volado por el aire
en pleno día, sobre los duros escenarios.
(Año de lucha de 1943)
Manolo Cuadra, “Manolo Cuadra (1907-1957)”, en Antología General de la Poesía Nicaragüense, ed. Jorge Eduardo Arellano (Managua: Ediciones Distribuidora Cultural, 2007), 233-4.