Tiene un cerote debajo del viento,
y una risa grasosa como la plusvalía,
que intenta sangrar la hiperbólica
arrogancia de viejo malparido.
Dan ganas de abrazarle la sonrisa,
con la furia de la conciencia proletaria
que no despierta.
Un día saldrá por las alcantarillas
como el sapo interno de un banquero,
riendo al ritmo de la explosión
de una alcantarilla
o del zumbido de la bomba atómica.
Viejo malparido.