FUIMOS víctimas, vos y yo, – de nuestros mutuos ardides, – señora, a causa de la emoción – que el estío produjo en nuestras almas.
Puso su parte Primavera – si no me engaña la memoria, para embrollar el juego, – pero con menor saña.
Porque en Primavera el aire es tan fresco, – que las rosas nacientes, – que el amor entreabre, – tienen olores casi inocentes;
y aunque las lilas exhalan – su aliento – balsámico, en los ardores del nuevo sol,
tanto sopla el céfiro burlón – dispersando los efluvios afrodisíacos, – que el corazón naufraga, – y el espíritu huelga;
y los cinco sentidos, – están de fiesta – pero solos, solos, muy solos, – y sin que la crisis se suba a la cabeza.
Fue en el tiempo de los claros cielos, – (¿Os acordáis, señora?) – de los besos superficiales, – y de los sentimientos a flor de alma,
exentos de locas pasiones, – llenos de benevolencia. – ¡Ambos gozábamos mi entusiasmo – y mi pena!
¡Dichosos momentos! – Pero vino el verano: – ¡Adiós brisas ligeras! – Un viento de pesada voluptuosidad, – se apoderó por sorpresa de nuestras almas.
Flores de tonos bermejos, – nos lanzaron sus olores maduros, – y por todas partes los malos consejos, – cayeron sobre nosotros desde las ramas.
Cedimos a todo esto, – y fue un vértigo ridículo, – el que nos enloqueció en la canícula.
Risas ociosas, lágrimas absurdas – manos indefinidamente estrechadas, – tristezas, arrobos, – ¡y qué balumba en la cabeza!
Dichosamente el otoño, – con su aire frío y sus rudas brisas, – vino a corregirnos, breve y seco, – de nuestras malas mañas,
y bruscamente nos indujo, – a la elegancia que reclama, – todo amante irreprochable, – y toda digna amada...
Llegó el invierno y quienes, – por nosotros apostaron, – tiemblan por su bolsa, – y otros trineos, – osan disputarnos la carrera.
Las manos en vuestro manguito, – ¡seguid tranquila y firme! – Pronto volverá la Primavera.
Paul Verlaine, Fiesta galantes (Sevilla: Editorial Renacimiento, 2007): 60-1.