Aquí estoy...

Eunice Odio

(Envió de la autora.)
 
Aquí estoy.
 
     Llegué a la cita, esa cita que el destino nos fijó en no sé qué calendario de los tiempos;
     Más llegué tarde... unos segundos tarde en la eternidad; ya estaba el atardecer apuntando y comparecí con alas retrasadas, como con ojos deslumbrados por un largo sueño de dimensiones cegadoras.
     Ya había transcurrido la mañana largamente bella de tu intranquilo esperarme.
Ahora nos queda todavía como un martillar constante de esperanzas fallidas por recorrer, hasta que vuelva nuestro día.
     Será el camino corto, apurémosle pues a raudales lentos, sin quedarnos contemplando la tardanza mía, sin que te refugies en lamentos hondos ni en sollozos.
     Te sigo y me sigues, te llamo y me oyes, aunque la voz no diga acentos, fijos ya en el Universo.
     Haremos de tu canto, y del mío humilde, un concierto que oiremos a millones de años de luz; forjaremos con hierro rebelde un paraíso que defenderemos, donde no lloraremos nunca, donde no existirá el látigo del frío decir, ni la liebre dormida del mañana.
     Estaré lejos, pero sólo será el mío un cuerpo proyectado a la distancia, porque he de permanecer agrandándome a medida que me aleje, y tú, Mi bien Amado, te fundirás en esa proyección. Serás mi Yo más firme, Mi senda para proseguir.
     Llegué con alas retardadas, pero no menos hermosas y propicias a tus anhelos grandes.
     Creamos entonces que es sólo cuestión de inmensidad que estaba escrita mi llegada a ese puerto que me retuvo prisionera, queriendo ansiosa romper cercos de voluntades infinitas, para buscarte libre por los cauces de todos los ríos, en lirios de espuma, firme que divisé en los horizontes de los caminos recorridos, en los prismas de todos los ecuadores.
 
                                Catalina Mariel.
 
          Costa Rica, octubre del 44.
 
Repertorio Americano, 25 de noviembre de 1944, p. 14.
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